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FÚTBOL Décima jornada de Liga

El Atlético arrasa en Chamartín

Santiago Segurola

El Atlético puso al Madrid frente a un motín de consecuencias incalculables. Su merecidísima victoria puso al madridismo frente a la realidad que no tolera: su equipo ha entrado en barrena, destrozado por todos los costados, cada vez más cerca de los puestos de descenso. En Chamartín, la gente se levantó en armas y cargó de lo lindo.Circula una teoría por ahí que explica la eficacia a través de la táctica, de lo que ahora se denomina equipo corto. Vamos, el Atlético, que ayer juntó a todos sus jugadores a 40 metros de Molina en una estrechísima franja que resultó insuperable para el Madrid, equipo largo donde los haya. Equipo desconcertado, caótico, sin respuesta a próblemas básicos en el fútbol. Por lo visto, Toshack considera que su equipo merece el tratamiento de las cuadrillas de estrellas que se reúnen para jugar los partidos de UNICEF. Lleva a los jugadores al hotel, dice la alineación y al campo. Con una lacra añadida: al hombre le cuesta un mundo encontrar una alineación.

REAL MADRID 1

ATLÉTICO 3Real Madrid: Bizarri; Michel, Iván Campo, Julio César, Roberto Carlos; Seedorf, Redondo (Karembeu, m. 61), Helguera (Etoo, m. 69), Guti (Casillas, m. 50); Raúl y Morientes. Atlético de Madrid: Molina; Gaspar, Gamarra, Chamot; Aguilera (Valerón, m. 63), Baraja, Bejbl, Capdevila; Solari, José Mari (Correa, m. 78); Hasselbaink (Paunovic, m. 89). Goles: 1-0. M. 8. Falta que saca Roberto Carlos y Morientes cabecea adelantándose a Chamot. Molina toca el balón, pero no puede impedir que entre en la portería. 1-1. M. 13. Aguilera quita el balón a Guti y pasa a Hasselbaink, que recorta a Iván Campo y bate por entre las piernas a Bizarri. 1-2. M. 30. Aguilera quita el balón a Redondo y cede a Hasselbaink, que desvía hacia José Mari para que éste dispare cruzado. 1-3. M. 38. Hasselbaink recibe al balón fuera del área grande, en la esquina izquierda, y conecta un gran disparo cruzado, que entra junto al poste izquierdo de Bizarri. Árbitro: López Nieto. Amonestó a Baraja, José Mari, y Roberto Carlos, y expulsó a Bizarri, por una entrada a Capdevila al borde del área, pero el portero no tocó al jugador del Atlético, que saltó por encima. Lleno en el Santiago Bernabéu, 82.000 espectadores en noche no muy fría y sin lluvia. Terreno de juego en magníficas condiciones. No asistió al partido el presidente del Atlético, Jesús Gil, convaleciente de una reciente subida de tensión. En los últimos minutos, los aficionados se volvieron contra el palco con gritos y pañuelos.

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Mal preparado, sin diseño ni rigor, destruido, el Madrid padeció un calvario frente al Atlético, que tiene menos pero lo aprovecha mejor. Hay partido, y éste fue uno de ellos, donde se miden más los entrenadores que los futbolistas. Es cierto que hubo jugadores importantísimos en la victoria del Atlético -Hasselbaink y Solari a la cabeza-, pero más tracendental fue el directo de Ranieri a Toshack, incapaz de arbitrar soluciones para superar la aplastante presión del Atlético, que sólo flaqueó en los primeros diez minutos. En ese periodo de dudas, Raúl pareció dispuesto a machacar al Atlético, como es su costumbre. El gol de Morientes vino de una tenaz jugada de Raúl, que se inventó dos regates en el medio campo, encontró algo de espacio y lo aprovechó para meter un excelente pase a Roberto Carlos. Morientes también estuvo en lo suyo: entró a cabecer y marcó.

Ahí se despidió el Madrid, que volvió a su ruina habitual. El Atlético hizo virtud de dos decisiones de Ranieri: la defensa adelantada y el compacto centro del campo, de una densidad mareante para el Real Madrid, el menos denso de los equipos. Con sus enormes boquetes entre líneas, con una distancia sideral entre la defensa y la delantera, con una desconfianza visible en su entrenador, el Madrid desapareció del mapa. El Atlético comenzó a acosar con firmeza en el medio campo, conquistando la pelota sin ningún problema. En algunos casos lo consiguió por puro método, en otros por errores de los centrocampistas del Madrid, aturdidos por la pujanza de sus rivales. Guti regaló un balón a Agulera y Hasselbaink logró su primer gol. Redondo perdió la pelota y Hasselbaink apareció de nuevo para dejarle un remate franco a José Mari. Fue el segundo gol y la confirmación de Hasselbaink como protagonista de la noche. Por supuesto, intervino en el tercero. De principio a fin. Defendió con el cuerpo el balón en la esquina, esperó la incorporación de Solari y volvió para cruzar un zurdazo precioso.

Los goles trasladaron al marcador la diferencia entre los dos equipos. El Atlético jugaba de memoria, bien puesto, infranqueable, con un jugador tan decisivo como Hasselbaink. Solari, que llegó de puntillas al equipo, con el desdén de Sacchi, aprovechó la media punta con gran categoría. No le resultó difícil. Tenía sitio para hacerlo a la espalda de Redondo y Helguera. Habilidoso y listo, Solari fue una pesadilla para el Madrid, que terminó hecho una pena.

Casi le convino la expulsión de Bizzarri en el comienzo del segundo tiempo. El Atlético bajó el pistón y perdonó la vida a su rival. No hizo sangre, a pesar de disfrutar de una oportunidad histórica. Para los colchoneros más acérrimos fue una decepción, porque nunca han visto a su viejo rival en una situación más lamentable. Los jugadores no lo entendieron así. Les salió una vena amable, y de alguna forma resultó más humillante para la hinchada del Madrid, que no aguantó tanta condescendencia. Porque el segundo tiempo sólo sirvió como materia de irritación para el madridismo, amotinado y harto de todo. La gente abrió la veda contra el presidente, el entrenador y los jugadores. Lo hizo con estruendo, sin reparar en gastos. La gente dijo basta. Todos no: en un rincón del Bernabéu, los hinchas del Atlético celebraban una victoria inolvidable.

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