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FÚTBOL Décima jornada de Liga

Ciclón Hasselbaink

Diego Torres

Entre las líneas desdibujadas del Madrid, doblando a los centrales en cada incursión, estuvo el delantero centro Jimmy Hasselbaink. Un hombre que ayer, o no percibió lo que ocurría a su alrededor, o simplemente huyó de la euforia. Desde que saltó al terreno de juego, su semblante fue el de un sujeto agraviado. Marcó dos goles, se fue aplaudido por el público madridista -los Ultras Sur incluidos- y cuando salió de la ducha continuó frunciendo el ceño. ¿Se enteró de lo que había conseguido? ¿Se lo explicaron sus compañeros?. "No lo sé", dijo Baraja, "pero si no se ha dado cuenta, ya lo hará".Y apareció Jimmy, ante una multitud de cámaras. El gesto, tranquilo al principio, se tornó amenazador cuando le preguntaron por sus goles: "Sí, muy bien, pero Hasselbaink no jugó solo esta noche; el equipo hizo un gran trabajo, todo el Atlético... estamos muy bien físicamente y hemos trabajado mucho. De otra forma, no habría marcado ningún gol".

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"¡Aquí está!, ¡el hombre, el hombre de la noche!", gritó un periodista antes de ponerle el micrófono en la boca. Hasselbaink no reaccionó. "Aguilera me ha ayudado a hacer el primer gol, ha sido un pase magnífico, me ha dejado solo delante del portero...", el delantero seguía insistiendo en la importancia de sus compañeros, en la noche que lo consagró en el fútbol español.

Quizá abrumado por su enorme éxito en España, proveniente de una liga como la inglesa, marcada por diferencias históricas que hacen que a sus jugadores les resulte difícil adaptarse al fútbol continental, Hasselbaink miraba a su alrededor con ganas de marcharse rápido. Probablemente, al subir al autobús que lo sacó del Bernabéu, no recordó que hace cinco años su cláusula de rescisión era de cero pesetas. Que su puesto era el centro del campo. Que nadie le conocía, y que con 22 años su carrera en el fútbol lindaba el fracaso.

Después de once meses en el paro, ofreciéndose sin resultados a equipos de categoría regional en Holanda, se marchó a Portugal, en 1993. Allí pasó un tiempo a prueba, y fue contratado por el Campomaiorense. Abandonó su puesto en el centro del campo, y se hizo delantero centro. Luego lo ficharía el Boavista por 30 millones de pesetas. Y en 1997, el Leeds, por 400 millones. Hoy pertenece al Atlético, por 3.000 millones. Y en noches como la de ayer, justifica su cotización.

Hasselbaink saltó al césped Bernabéu con el ceño fruncido, mirando de reojo a la portería de Bizzarri. El partido comenzó y el delantero tardó poco en elevar su cifra de goles en la Liga de cinco a siete. El Bernabéu se quedó en silencio antes de gritar contra su equipo. En su faceta de hombre fastidiado, el holandés vivió 30 minutos de fiesta, en el primer tiempo. Disparó tres veces a puerta y marcó dos goles. Uno entre las piernas de Bizzarri. El otro con un tremendo disparo desde 25 metros. "Ha sido la apoteosis", exclamó Baraja al terminar el partido, "el vestuario ha sido una fiesta total". A su espalda, el responsable de la alegría del Atlético, se empeñaba en pasar desapercibido. "¿Qué significan estos goles?, tres puntos. Igual que ganarle al Valladolid".

La hinchada no pensaba lo mismo. Castellana abajo, la muchachada rojiblanca entonaba su nuevo himno al son de la música de El puente sobre el río Kwai: "Jimmy Pichichi Hasselbaink, Jimmy Pichichi Hasselbaink...".

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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