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Pepe Martín y Marina Saura llevan a escena una novela de Guelbenzu

'Un peso en el mundo' explora "la pasión con neuronas"

Siempre fuera del circuito, aún lleva la leyenda del Conde de Montecristo, el papel que le hizo popular, a cuestas. Pero Pepe Martín se mueve, inquieto, y no deja de buscar en la literatura textos para el teatro. Estos días ensaya en Madrid, con la actriz Marina Saura, Un peso en el mundo, adaptación de la novela de José María Guelbenzu. El montaje, "que bucea en la pasión con neuronas", se estrena el miércoles en el Círculo de Bellas Artes.

Vitalista y comunicador, forofo del cine, lector voraz, entusiasta de la cultura y las mujeres, Pepe Martín se considera un actor atípico, nada integrado "en la profesión". Antes que intérprete, Martín quiso ser director de escena, escribió cosas y tuvo una formación pluridisciplinar... "Quizá por eso he sido un actor incómodo para los directores de mi generación. Me gusta dialogar mucho con ellos, escarbar en los textos hasta la última consecuencia... Hay muchos a los que les gusta ir contra el texto. El caso es que me entiendo mejor con los jóvenes. Me gusta mucho lo pequeño, lo íntimo, la verdad de la palabra".Quizá por eso últimamente trabaja más bien solo. Hace la dramaturgia, se dirige y actúa. Lo hizo el año pasado, con La caída de Camus y repite ahora en el Festival de Otoño con Un peso en el mundo, novela de Guelbenzu (quien presta también la música) en la que comparte tablas con Marina Saura, "actriz estupenda y mujer guapísima a la que es maravilloso abrazar".

La idea surgió cuando Martín seleccionó algunos fragmentos para leerlos en la presentación de la novela. Saura le acompañó, y juntos decidieron que allí había teatro. La puesta en escena, minimalista; las secuencias cortas, al uso cinematográfico; la luz, que sugiere primeros planos, o medios, cortos y generales; y la cercanía entre los actores y el público dan forma a un montaje mestizo, sin géneros y lleno de ellos a la vez, un poco al estilo David Mamet. "Odio esa cuarta pared que te separa del público. Me gusta que se vean las lágrimas y la saliva", dice Martín.

En el fondo es una huída de lo convencional, otra más en un hombre que se define por sus fugas, que depende a partes iguales del azar y la necesidad, y al que le gusta construir personajes sobre modelos reales. Para La caída se fijó en su padre, periodista. ¿Y quién es este viejo profesor? "Bueno, mejor es no decirlo, porque está vivo todavía. Lo importante es que la obra plantea un reto fascinante, estudiar la relación profesor/alumna, un tipo de pareja basada en la seducción inteligente".

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