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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fin de un anacronismo

LA ABOLICIÓN de los escaños hereditarios en la Cámara de los Lores británica era una cuestión de tiempo. Pero que hayan aguantado 700 años -350 desde que Carlos I fuera decapitado- indica que han defendido con tesón sus privilegios. A punto de cambiar de siglo, era todo un anacronismo en una democracia que estos pares tuvieran por nacimiento más derechos políticos que otros ciudadanos. Los lores han tenido que aceptar -no les quedaba otro remedio, ya que la última palabra la tiene la Cámara de los Comunes- la renuncia a su escaño hereditario. De los 751 que había, sólo quedarán dentro de unos días y hasta que se apruebe la reforma definitiva de la Cámara (previsiblemente, en la próxima legislatura) 92, que, en el colmo de las extravagancias, han sido elegidos por ellos mismos. En el fondo, a los lores hereditarios tampoco ha de importarles tanto perder su escaño, pues la mayoría jamás acudía a la Cámara. Su propia defunción política fue aprobada por 221 votos a favor y 81 en contra, de un total de 1.167.Quedan los miembros vitalicios, que suman 515 en la actualidad, nombrados por los Gobiernos de turno entre políticos, funcionarios, militares, intelectuales, científicos, empresarios o sindicalistas de renombre. La Cámara de los Lores tiene esa función útil de acoger a personalidades que pueden aportar sus conocimientos para un debate sereno y en profundidad de las leyes, sin tener nunca la última palabra. Ahora bien, una vez aprobada la primera fase de la reforma de los Lores, hay que ir hasta el final para lograr una Cámara más abierta a la voluntad de los electores expresada en las urnas. Que los pares hereditarios hayan perdido su escaño no significa el fin de la aristocracia de linaje en una de las sociedades más clasistas de Europa; aunque es un paso.

En todo caso, con esta ruptura en la tradición parlamentaria británica, el nuevo laborismo de Tony Blair sigue avanzando en su reforma radical del Estado. Tras las autonomías para Escocia y Gales, la próxima elección directa de alcaldes y la posible reforma del sistema electoral mayoritario, en el horizonte queda la reforma de la institución monárquica, demasiado distante y con excesivas posesiones. Seguramente, esto último será más difícil de obtener.

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