Degüello
NEGRITASEl sueldo de cualquier funcionario municipal tiene un remoto origen sanguinario. Cada farola nueva que coloca el Ayuntamiento en una plaza, cada acera que construye, darro que desatasca, función de teatro que subvenciona lleva aparejada la sombra de una muerte ritual. Cuando cambia de color un semáforo, si tuviéramos la sensibilidad de los tísicos antiguos, escucharíamos un grito elocuente de martirio, una queja animal indefinida. La Administración guarda secretos criminales, sordas ignominias necesarias sin las cuales la máquina de la burocracia rechinaría y los servicios de pupilaje ciudadano se resentirían.José Antonio Aparicio, delegado de Desarrollo Económico y Hacienda de Granada, reveló ayer, con una frialdad de rufián de película americana, cómo el Ayuntamiento de Granada se nutre económicamente de la muerte de las aves de corral. En la compleja trama económica existe un tributo que oculta miles de muertos. El tributo tiene un nombre gris, vagamente aséptico: tasa de análisis físico, químico y bacteriológico. Sin embargo, es un impuesto que nace de la sangre.
El Ayuntamiento cobra 0,4 pesetas por el análisis de cada pollo, de cada conejo, de cada pavo que es sacrificado en los mataderos de la ciudad. Los sueldos de los empleados y cada una de las actividades municipales -incluidas las más brillantes- están financiadas, en una parte infinitesimal si quieren, por un pollo degollado. Hay otros ejemplos. Hace años, siendo concejal de Medio Ambiente Luis Castellón, descubrí con pavor otra profesión secreta: diezmador de palomas. Cada cierto tiempo, los servicios municipales contratan a unos profesionales discretos encargados de reducir la población de palomas.
La economía también tiene indicios de conciencia, acaso de mala conciencia. Esteban Sánchez, el santón de Baza, se empeñó en sacar en procesión su propia Virgen. Eligió una muñeca, la vistió con ropas talares, la coronó, preparó los cohetes, los monaguillos, le dio una vuelta por el pueblo y expiró en Motril Balduino de Bélgica. Antes, mostró a un grupo de personas el baile del sol y a consecuencia quedaron medio ciegas.
Ahora el santón, con el permiso de Juan José Tudela, alcalde accidental de Baza, quiere construir una catedral. ¿Habrá que temer un nuevo cataclismo, un calculado revés del azar proporcional a la altura de las cúpulas?
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