"No podemos perder a la mujer", advierten los obispos italianos en el Sínodo europeo
Las mujeres representan el 65% del catolicismo, pese a las "incomprensiones" de la jerarquía
ENVIADO ESPECIAL "No podemos perder a la mujer", proclamará el II Sínodo de los obispos europeos. La Iglesia se siente la "esposa de Cristo", pero está gobernada por hombres, en su mayoría ancianos. En la práctica religiosa, más del 65% de los fieles son mujeres; pero en las ceremonias, en los concilios y en los sacramentos hablan los hombres. El Vaticano volvió a recordar ayer que este sínodo está teñido de "carisma mariano", pero la verdad es que entre sus 179 participantes sólo hay 16 mujeres, todas oyentes, y ninguna ha levantado la voz para reclamar más papel en la Iglesia.
"No hemos reconocido suficientemente la contribución de la mujer", asumen en una de sus propuestas al Sínodo los influyentes prelados italianos. "La mujer está llamada de forma especial a vivir el carisma de los carismas, el amor", se dice en el documento elaborado por esos obispos, coordinados por el arzobispo Benigno Luigi Papa."En la historia de la Iglesia, las mujeres han estado siempre en primera línea para la catequesis, la solidaridad y la familia, y han dado origen a grandes movimientos. Proponemos que se favorezca de todas las maneras posibles su acceso a las funciones públicas de la Iglesia, considerando que la potestad vinculada al ministerio ordenado no es la única, aunque sea constitutiva de la Iglesia", añade la propuesta de la jerarquía italiana.
Literaturas aparte, que en Italia cultivan los prelados con gran brillantez, ahí quedan dos propuestas, una positiva y otra negativa. Las mujeres podrán ser hasta rectoras de una universidad pontificia (fue el ejemplo que se puso sobre la mesa), pero siguen marginadas del sacerdocio; es decir, no podrán ser ni siquiera madres sinodales, a no ser como oyentes. Y la verdad es que, para estar dentro del santuario, y con plenitud de derechos y deberes, el ministerio ordenado resulta ser la clave.
De manera que, salvo que en la treintena de propuestas secretas que se aprobaron ayer se diga otra cosa, los 179 obispos sinodales volverán el domingo a sus diócesis con las manos vacías en un asunto que, si se hace caso a las palabras que han pronunciado estos días en el aula sinodal, les causa gran alarma.
Algunos sociólogos ya han advertido de que el que viene va a ser el siglo de las mujeres. Si éstas cada vez están menos dispuestas a soportar como género cualquier tipo de discriminación, ni siquiera simbólica o sacramental, tienen razón los purpurados italianos cuando dicen que la Iglesia no puede "perder a la mujer".
En la misma dirección, los franceses, otro de los grupos del sínodo con pedigrí más exquisito -París y Roma siguen siendo la gran reserva del catolicismo europeo-, concluyen que "debe continuarse con constancia" la entrega [a las mujeres] de "nuevas y más amplias responsabilidades". Pero añaden una advertencia muy francesa: hay que estar "siempre atentos a no considerar que el hombre y la mujer son intercambiables en todas las cosas". Los franceses reconocen que son muchas "las incomprensiones o dificultades que afectan todavía hoy a las relaciones entre la Iglesia y las mujeres", y terminan proponiendo que la Iglesia "se adecue a los cambios sociales acelerados provocados en los últimos treinta años por las mujeres jóvenes y adultas".
La guinda de la preocupación, sin embargo, la colocó, con datos, el portugués Baltasar Marcelino. Según este obispo, de Aveiro, son multitud las mujeres que abandonan la Iglesia, y con dos agravantes: "La mujer está más abierta a la fe, pero, en caso de abandono, su retorno es más difícil"; y añadió que "su abandono tiene consecuencias más negativas para la transmisión de la fe en la familia".
Lo cierto es que, si el mensaje oficial filtrado ayer mantiene su actual redacción, será la primera decepción de este II Sínodo de los obispos europeos, porque su literalidad cuadra poco con los discursos plenarios, donde hubo palabras que sonaron como trallazos en la conformista posición eclesial. Bien es verdad que la mayoría del material que ha producido el Sínodo es secreto, y que en los siete folios del mensaje se acepta por todos que caben pocas asperezas.
Hoy se conocerá la realidad, en una conferencia de prensa adjudicada a Dionigi Tettamanzi, cardenal de Génova, de quien los italianos hablan maravillas y en quien tienen puestas sus esperanzas para recuperar el pontificado, tras este larguísimo paréntesis del Papa polaco.
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