El nuevo mapa bancario
Con la fusión del BBV y Argentaria culmina la reestructuración del sector bancario español iniciada en 1988 por el propio BBV. Las operaciones de concentración han reducido los tradicionales siete grandes bancos españoles más Argentaria a tres y ha configurado una nueva estructura bancaria. En la cúspide destacan el BSCH y el BBVA, con cuotas de mercado en torno al 20% y 17%, respectivamente, y con una clara vocación de liderazgo en Europa. El Banco Popular ha permanecido al margen de las fusiones, pues parece preferir preservar su independencia y ello le ha llevado a quedar como una entidad mediana muy alejada de las anteriores.La constitución de estos dos grandes grupos sitúa a la banca española en una posición muy favorable para enfrentar el nuevo reto de la competencia paneuropea. Y ello por varias razones: en primer lugar porque ambos disponen ya de una dimensión adecuada para ello. En segundo término, porque España es, entre los principales países, uno de los primeros en consolidar la reordenación de su sistema bancario y, por tanto, sus entidades ya pueden concentrar sus esfuerzos exclusivamente en la expansión externa. Por último, porque las dos operaciones se efectuaron de manera amistosa, cuestión que representa una notoria ayuda en procesos tan complejos y que, además, supone una diferencia considerable con lo que está ocurriendo en los sistemas bancarios francés, italiano, portugués y británico, en los que proliferan las confrontaciones: las OPA hostiles.
Tal como ocurriese con la fusión del Santander y Central Hispano, la operación del BBVA altera las cuotas de poder en los núcleos accionariales de las principales empresas del país, sobre todo de energía y telecomunicaciones, y ocasiona situaciones en las que se solapan y entrecruzan los intereses en compañías que compiten entre sí, destacando en el sector eléctrico los casos de Iberdrola y Endesa y en el de medios de comunicación los de las dos plataformas digitales. Ello obligará a algunas reestructuraciones de los paquetes accionariales. La decisión del presidente de Argentaria de dimitir de consejero de Endesa representa una acción en esta línea.
Una vez culminada la fase nacional de consolidación, los dos bancos españoles deberán concentrar sus esfuerzos en operaciones transfronterizas que les permitan alcanzar posiciones de liderazgo en Europa. La situación actual de ambas entidades es muy diferente. El BSCH dispone de una red de alianzas (Société Générale, San Paolo-IMI, Grupo Champalimaud, Commerzbank y Royal Bank of Scotland) más amplia que la del BBVA, pero algunas de ellas se solapan a la vez que dificultan posteriores movimientos estratégicos. Este banco tiene una vinculación más reducida con otras entidades europeas (Banca Nacionales del Lavoro, Unicrédito y Crédit Lyonnais), pero ello le alivia del lastre de los compromisos previos y le da más margen de maniobra. Además, en la alianza con el Unicredito italiano parece haber negociaciones muy avanzadas para conformar un gran "banco latino" con relevante presencia en los mercados de España, Italia, Portugal, Francia y América Latina.
En el inmediato futuro asistiremos a un proceso de reestructuración muy profundo de la banca europea, que si bien ya se ha iniciado se ha concentrado fundamentalmente, hasta ahora, en operaciones nacionales, limitándose las operaciones transfronterizas al establecimiento de alianzas y a los cruces de participaciones. El año que viene, una vez superado el efecto 2000, seguramente comenzarán a proliferar operaciones de mayor envergadura.
En el diseño de ese mapa van a jugar un papel muy importante las grandes aseguradoras (Axa, Allianz y Generali) que tienen participaciones muy significativas en los mayores bancos, sobre todo alemanes, franceses e italianos. Todo indica que en torno a esas entidades se configurarán los principales grupos bancarios. De hecho, cada uno de los tres grandes bancos españoles tienen vinculaciones con alguna de ellas: el BSCH con Generali; BBVA con Axa, y Banco Popular con Allianz.
Otro papel de árbitro en este proceso parecen querer reservárselo los gobiernos y las autoridades financieras de cada uno de los países, como demuestra el intervencionismo con que están actuando en algunas operaciones nacionales en Francia e Italia, y las trabas políticas y legales que se han planteado a operaciones paneuropeas en Portugal, Italia y Bélgica.
Estas actitudes proteccionistas vulneran la propia naturaleza del mercado interior y ponen en evidencia las fricciones que genera ese proceso cuando afecta a intereses nacionales concretos. Las competencias de las autoridades financieras nacionales, en concreto la de ser informadas previamente y la de determinar, bajo ciertas condiciones, la idoneidad de las operaciones, ya ha generado los primeros conflictos serios en un proceso que sólo acaba de empezar, por lo que sería preciso reflexionar sobre la bondad de la normativa vigente o la conveniencia de dotarse de nuevos instrumentos institucionales y legales.
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