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"La música no es un deporte"

Jesús Ruiz Mantilla

Hace ocho años que Dimitri Bashkirov, intérprete de fuste, maestro guardián de las esencias de la histórica escuela rusa de piano, vive y enseña su arte en Madrid. Moldea a sus alumnos basándose en los métodos que aprendieron Horowitz, Rubinstein, Rachmaninov, Richter, ese puñado de genios del piano que aunaban imaginación y técnica. Ahora, el pianista de Tiflis (Georgia) mostrará sus resultados en cinco recitales que ofrece desde hoy en el Auditorio Nacional, junto a sus alumnos, en el ciclo titulado La escuela de Bashkirov, que dura hasta el próximo mes de mayo.Dimitri Bashkirov tiene el aspecto de un personaje de Chéjov, perilla, nervio, ojos llenos de energía. Habla en ruso, pero entiende perfectamente el español, ríe, sonríe y se mueve como los antílopes, al tiempo que cuenta por qué cantó en tiempos sus 13 a los responsables de la enseñanza de piano en la ex URSS. "Hace más de 10 años se empezó a enseñar este instrumento primando la técnica sobre todas las cosas y tendiendo hacia lo que ellos llamaban nivelación; yo me opuse porque contradice la tradición de la antigua escuela rusa, que hacía que el artista desarrollara la técnica al tiempo que su imaginación, que no ponía nunca obstáculos a la fantasía de los alumnos desde que eran niños".

Desde que se diera a conocer en 1955 tras ganar el concurso Maguerite Long de París, ha compartido escenarios con orquestas de las grandes, directores y grupos de música de cámara reconocidos. Ahora, Bashkirov imparte clases en la Escuela Reina Sofía, donde ocupa la cátedra de Piano desde 1991. El panorama de la enseñanza musical en España ha mejorado, dice, "pero sigue habiendo problemas en la base que ya, a ciertas alturas, son difíciles de corregir".

"Este problema existe en España desde hace mucho tiempo, y para los que formamos es importante que los alumnos lleguen con una base fuerte, porque luego es casi imposible quitarles los vicios adquiridos. Hay gente de mucho talento que se frustrará por estas carencias", alerta Bashkirov.

Otro problema es el de los objetivos que se marcan los jóvenes. "A la falta de base hay que unir la falta de objetivos, sobre todo artísticos", dice. "Hoy, la enseñanza en todos los ámbitos produce jóvenes muy pragmáticos. Se les induce muy pronto a pensar que pueden ganar dinero cuando lo principal es que tengan amor por la música, por el arte. Debe ser culpa nuestra, no sabemos brindarles bien los estímulos. Les ofrecen pronto grabar discos, dinero rápido, y los jóvenes son muy sensibles a eso, pero deben saber que la carrera de músico no es un deporte, no es una competición, y que ahí radica su belleza. Pero hoy es difícil encontrar a creadores que hagan su trabajo sin pensar en los dividendos que pueden sacar del mismo".

Y da ejemplos de lo contrario. "Richter o Glenn Gould nunca pensaban en esto, nunca se plantearon que el piano fuese una bolsa de valores". Pese a su visión crítica, Bashkirov no teme que el día más inesperado surjan unos tres pianistas que toquen piezas populares en estadios de fútbol. "¡No!", zanja, un tanto aterrado ante tal posibilidad. No al menos entre los formados por él, como Arcadi Volodos, del que, con 27 años, se empieza a hablar como uno de los máximos exponentes del piano en el próximo siglo, aunque todavía sea pronto para decir que se trata de un genio. "No se les debe decir esas cosas al comienzo. Aún es pronto para saberlo", afirma Bashkirov.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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