La amenaza fantasma
ROSA SOLBES
El fax de Presidencia quedó bloqueado y su titular, el repartidor de méritos culturales, muy molesto: cientos de mensajes protestaban por el desmantelamiento de una biblioteca, entendiendo que se trataba sólo del principio del fin del antiguo Institut de la Dona.
La voz de alarma cundió pronto (según mentes preclaras la sede de la calle Náquera está llena de "rojas y lesbianas"), y entre otras cosas sirvió para que la responsable de la dirección general diera señales de vida. Representantes de numerosos grupos de mujeres, concentradas de inmediato y pidiendo ser recibidas, tuvieron oportunidad de escuchar en vivo y en directo, por vez primera, a Clara Abellán, sustituta de Ester Fonfría, y digna heredera de estilo y discurso.
Mi amiga y colega Isabel Donet bautizaría a aquella curiosa entrevista, de la que fuimos testigos, con un titular de inspiración cinematográfica: La amenaza fantasma. O sea, la amenaza que al parecer nunca existió, ya que:
1. El urgente embalaje de libros y documentos (reconocido por evidente, qué remedio) había respondido sólo a un comentario hecho por alguien a otro alguien en un autobús.
2. La directora (no dijo si antes o durante el escándalo) visitó los locales a donde "no" se iba a trasladar la biblioteca , y comprobó que carecían de acceso para minusválidos, por lo que "habló con quien tenía que hablar" y le dijo que sólo se iría de la actual sede para mejorar.
3. En ese momento (de la entrevista), los libros estaban siendo desembalados, aunque no se sabía hasta cuándo.
4. La directora general reconocía el derecho de los grupos de mujeres a opinar (¡!), advertía que "a las buenas" se consigue más que manifestándose (¿?), y pedía colaboración no se sabe para qué, puesto que no parece tener intención de convocar el Consell Asesor.
Por contra, las concentradas extraían las siguientes conclusiones:
1. La explicación "no cuela" por incoherente. La historia del autobús y los minusválidos no parece seria, ni tampoco lo será una política de igualdad que dependa de que alguien hable "con quien haya que hablar".
2. La lucha por el espacio no implica olvido de contenidos, ahora ausentes, en el trabajo de la dirección general, ni de la falta de presupuesto, o el desmantelamiento de algunos servicios como el jurídico, o el recorte de las ayudas destinadas a los ayuntamientos en el área de la mujer, etc. No se renuncia a una Conselleria de la Dona y a un (o unos) locales más amplios y adecuados.
3. Esta es una demanda de "mínimos". Los grupos seguirán vigilantes porque tal y como están las cosas, la defensa de un edificio propio, emblemático e importante como representación social, se convierte en básica, independientemente de la política de partidos.
Desde que los socialistas consintieran en institucionalizar con cierto rango un organismo para la igualdad, han pasado muchas cosas, incluyendo algunos retrocesos. Miembros del Consell han vuelto a atribuir la movilización a la socorrida "manipulación" partidista, pretendiendo desprestigiar a la plataforma que acaba de suscribir un manifiesto unitario. Pero también se han dado avances irreversibles, y yo de ellos me tomaría en serio la advertencia explícita en este pacto entre mujeres: "Poco nos queda, pero no nos toquen ustedes más los símbolos".
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