Nadie
JOSÉ LUIS FERRIS
Según los demógrafos, la especie humana acaba de entrar en el Guinness al batir la nada desdeñable cifra de 6.000 millones de habitantes. Lo que no dicen es si la noticia se presta a celebraciones o, por el contrario, tiene visos de advertencia por aquello del exceso de población; digamos que uno no sabe cómo calibrar el mensaje y se acuesta con la duda de si 6.000 millones son muchos o pocos tal y como anda el planeta. La nota entrañable la puso, sin embargo, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, que en uno de sus paseos por Europa hizo un alto en Sarajevo con la firme decisión de otorgar el galardón a un bebé nacido en el segundo justo, algo así como el turista un millón sorprendido y bombardeado por los fotógrafos al descender la escalerilla del avión en el aeropuerto de Palma. Pero el acto simbólico, por mucho empeño que haya puesto el Fondo de Naciones Unidas para la Población no deja de faltar a la verdad, puesto que el auténtico bebé 6.000 millones, el que ha hecho saltar las cifras demográficas sin saber que sus 2.200 kilogramos colmarían la copa de la humanidad, es una niña etíope que aún no tiene nombre. No puedo darles más detalles al respecto, pero estoy tan seguro de lo que digo que me atrevería a especular sobre la vida de esta criatura tan ajena a los ojos del mundo. Apenas tiene dos días y hay que ver cómo se aferra al pecho yermo de su madre, con qué recelo mira ya el regalo de existir, el privilegio de ser carne de nadie en la tierra infinita de los desheredados. Observa con vaguedad la evidencia ósea de sus siete hermanos y le inunda una ternura pequeña mientras succiona sin suerte en esa ubre vacía. Ignora que siempre hay un destino, que cada vez que respira nacen 20 niños (19 de ellos con su misma pobreza), que el hambre no perdona en ese lado del mundo tan dejado de todos. Mientras tanto, en los despachos de Naciones Unidas alguien teclea en sus ordenadores la esperanza de vida que le resta y elabora una página en Internet con los datos precisos de su desnutrición. No sabe que ella es el auténtico bebé 6.000 millones, que el homenaje de Sarajevo era en su honor, aunque se llame nadie y tenga los ojos cargados de infinito.
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