Manos AGUSTÍ FANCELLI
Técnicas electorales, parte segunda. Si ayer iba de lemas, hoy, ¡tachán!, de fotos, básicamente las de las banderolas que adornan estos días farolas y demás postes de nuestras aldeas. Primera impresión: las manos han entrado en campaña. Por acción o por omisión. La acción corresponde a Maragall, Ribó y Alberto Fernández. La comisión, a Pujol y Carod Rovira.Maragall y Ribó, fieles a sus orígenes políticos, han optado por mostrar el puño. Ribó el derecho, sobre el cual apoya la mejilla, Maragall el izquierdo, que mantiene junto al mentón. ¿Querrá decir algo? Ni idea, francamente. En cualquier caso, las dos imágenes pretenden conseguir cierto aire de desenfado, de pausa en medio de una laboriosa tarea, y, mira tú qué casualidad, el fotógrafo estaba allí para inmortalizar el instante. Se advierte también cierto aire estudiantil en los dos, realzado por unas sonrisas traviesas, como si acabaran de gastarle una broma a su compañero de habitación. Viva la gente y tal. Apañados estamos.
Alberto Fernández Díaz ha optado por un plano más abierto. Se le ve de cintura para arriba. Mantiene el brazo izquierdo separado del tronco, con la mano izada a la altura de la cara, el pulgar y el índice juntos. Como si persiguiera una idea que se le escapa o llamara al camarero para pedirle la cuenta con un chasquido. La expresión facial es seria, de modo que debe de tratarse de la cuenta.
Los nacionalistas, en cambio, esconden las manos. Carod aparece en blanco y negro sobre fondo amarillo en foto tipo carnet. Pero su campaña no ha olvidado las manos. Entre los gadgets de temporada de ERC se cuentan unas pastillitas de jabón con el lema Mans netes. Toma gracia de publicista: ¿cuánto le habrán pagado?
Por lo que se refiere a la foto de Pujol, es ciertamente la más inquietante de todas. No mira a la cámara, no enseña las manos, nada. Aparece por la parte inferior de la imagen, riéndose abiertamente de algo que ocurre a su derecha. ¿Qué es? ¿Por qué no nos lo dice y así nos reímos todos por una vez? En cuanto a las manos, no hay modo de saber en qué las tiene ocupadas. Así pues, estamos ante una clara ópera aperta que cada uno puede completar según sus propios delirios. El mío no se lo pienso contar.
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