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El fiscal pide 18 años para seis acusados por una estafa inmobiliaria

La Sección Segunda de la Audiencia de Bilbao dejó ayer visto para sentencia el juicio seguido contra seis personas acusadas de una presunta estafa inmobiliaria en Getxo. El fiscal solicita tres años de prisión para cada uno de los seis acusados, así como el pago de importantes indemnizaciones a las dos víctimas, que entregaron una lonja y ocho millones de pesetas y no recibieron nada a cambio.Los acusados son el constructor Antonio Muñoz y su ex esposa, Pilar Ibarra; el hermano del primero, Fernando Muñoz; los también constructores Juan Segundo Hernández y Fernando Garcia del Pinar, así como la esposa de este último, Purificación Bejarano. Según el fiscal, Antonio Muñoz, en nombre de Pilar Ibarra, entonces su esposa, compró el 7 de marzo de 1990, en permuta, la planta baja de un inmueble situado en el número 11 de la calle Cresalchu, en Las Arenas, propiedad de Jesús López Lázaro y su esposa.

Este hombre, mutilado de guerra, a quien faltaba un brazo y una pierna, tenía un estanco en la citada lonja y acordó con el acusado que tras las obras proyectadas le sería entregado un local similar en el plazo de dos años. Cumplida la fecha sin que la víctima recibiera lo acordado, ambas partes suscribieron un nuevo contrato en el que el acusados se comprometía a pagar 12 millones de pesetas por los perjuicios causados a causa del incumplimiento, además de la entrega de la lonja prometida. Jesús López Lázaro murió hace tres años sin recibir nada de lo prometido.

El fiscal también relató en el juicio el caso de la segunda víctima, Luis Learra, con quien Antonio Muñoz firmó un contrato privado el 2 de abril de 1990 en el que se comprometía a venderle el piso tercero del edificio citado, por 14 millones, de los cuales llegó a entregar ocho millones.

En julio de 1992, "con ánimo de defraudar", según el fiscal, Muñoz vendió tanto la lonja como el piso previamente comprometidos a uno de sus socios, Garcia del Pinar, quien le reintegró las propiedades en un mes, para volver a venderlas a otro socio, Juan Segundo Hernández.

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