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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

De Cisjordania a Gaza

EL PROCESO de paz entre israelíes y palestinos es uno de los más firmados de todos los tiempos. La última signatura al pie de un documento corresponde al acuerdo para abrir un corredor que una los territorios de Cisjordania y Gaza, muy parcialmente evacuados por Israel y en parte de los cuales se espera que algún día exista un Estado palestino independiente.Y no ha sido precisamente fácil establecer los términos del proceso, lo que explicaría esa idolatría por lo documental. Israel temía, no sin lógica, que ese corredor, que atraviesa su territorio, se convirtiera en una vía privilegiada para el terrorismo, por lo que ha impuesto fuertes medidas de control. Los palestinos que circulen por esa vía tendrán que proveerse de una tarjeta magnética especial al menos con un par de días de antelación, y en el propio pasillo, de 44 kilómetros, menudeará la vigilancia israelí. Finalmente, para salvaguardar ciertas formas, los palestinos han obtenido que los puntos donde se expidan esas tarjetas estén bajo mando conjunto de las dos partes.

Como parece inevitable en estos casos, la opinión radical palestina ha tomado como una postrera humillación la serie de exigencias israelíes para conceder esa relativa continuidad territorial entre Cisjordania y Gaza. Pero ello no obsta para comprender que esa comunicación, por precaria que hoy sea, constituye una infraestructura imprescindible para que un día pueda existir una entidad política palestina digna de tal nombre. Y que, con el progreso del proceso de paz, lo que ahora es un acuerdo de mínimos podrá convertirse en una vía de paso absolutamente normalizada, como es, por ejemplo, la que une la frontera española con el enclave de Llivia en territorio francés.

Por eso, esta enésima firma en el tortuoso proceso de paz bien vale el esfuerzo que ha costado llegar a ella. Por un lado, es evidente que los palestinos no pueden verse obligados a tomar un avión o dar la vuelta al mundo para ir de Pinto a Valdemoro en lo que un día puede ser su propio Estado; por otro, ese derecho tan básico no se ha concretado hasta la llegada de Barak.

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