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Nuevas costumbres

Aquí, en Andalucía, nos vamos acostumbrando a ver naufragar. Leo en Naufragio con espectador, de Hans Blumenberg, que en la primera mitad de 1880, época de navegaciones, hubo frente a las costas inglesas 700 naufragios. No sé si la aventura de los marroquíes en patera ofrece estadísticas tan desastrosas: los que no llegan a España y zozobran y se ahogan en alta mar o frente a las playas, o son rescatados por las patrulleras, o cazados en la costa y en el camino, tierra adentro, sin contar a los que se estrellan contra el muro de Melilla y Ceuta. Ahora, en la bodega de un barco atracado en Sevilla, han aparecido seis polizones, muertos sin nombre conocido. Llegaban desde Constanza, en el Evangelia III, bajo bandera chipiotra, ocultos entre una carga de 2.467 toneladas de semillas de girasol para aceite, según leo en la crónica de Santiago Belausteguigoitia. También procedían de Constanza los cuatro ahogados frente a Motril en el verano de 1992. Busco en el atlas Constanza, puerto notorio ya, y lo hallo en Rumania, país interior abierto a un mar interior, el Mar Negro. Los viajeros, para arribar a Sevilla, hubieron de atravesar los 31 kilómetros del Bósforo, desembocar en el mar de Mármara, sortear el Egeo y el mar de Creta, alcanzar el Mediterráneo. Constanza parece una figura del encierro: el encierro en que seguramente se sentirían en Rumania los polizones muertos. Desearían otra vida, salir del mundo habitual, porque a veces el mundo habitual no es normal en absoluto, sino una cosa mal hecha, amorfa o deforme, una condenación. Entonces el destierro parece preferible al país natal, aunque siempre resulte aventurado un viaje en la indigencia y sin documentos. Se trata, en este caso, de un viaje fantástico, en el tiempo, hacia el futuro: el polizón inventa un lugar donde se vive un tiempo más avanzado, más perfeccionado. El mar es el camino que lleva a una vida mejor, a la fortuna. Fue el viaje de nuestros antepasados de los años cuarenta, cincuenta y sesenta hacia América del Sur. ¿No hubo entonces polizones? Es consolador vernos a nosotros mismos, espectadores del naufragio ajeno, con los ojos de los extraños que nos envidian. Hoy somos la tierra ansiada, buscada y codiciada, el lugar de los sueños. Somos la vida mejor, el porvenir, la tierra firme al final del viaje. Hay un mundo inestable como el mar, pero nuestro mundo parece irrefutablemente seguro, o por lo menos más seguro que otros mundos. Hemos olvidado el pasado y ni siquiera somos el presente: somos el futuro que imaginan los náufragos. Puede que nos hayamos quedado sin pasado y sin futuro propio, sin memoria y brutalmente conformes con lo que hay hoy. La vida real puede ser más temible que la muerte improbable. La navegación científica ha disminuido drásticamente los peligros del mar y los monstruos marinos, y el nuevo polizón viaja hacia la vida verdadera pensando en un solo riesgo: ser devuelto al principio del viaje, que así puede volver a empezar. Pero parece que existen nuevos monstruos, y unos kilos del insecticida Alminiumphosphide, fumigados sobre 2.467 toneladas de semillas de girasol, asfixiaron a los seis polizones del Evangelia III.

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