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Más del 60% de la población de Cataluña es fruto de los flujos inmigratorios de este siglo

El 60,3% de la población actual de Cataluña es fruto directo e indirecto de la inmigración. En otras palabras, de los 6 millones de habitantes que hay actualmente en Cataluña, 3,6 millones son efecto directo o indirecto de los flujos inmigratorios de este siglo. Esta es la principal conclusión del libro El sistema català de reproducció. Cent anys de singularitat demogràfica, en el que la catedrática Anna Cabré ha materializado más de 33 años de estudio sobre la dinámica poblacional en Cataluña. Cabré también demuestra que incluso sin inmigración, la población catalana no habría decrecido.

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El estudio realizado por Anna Cabré revela que entre 1877 y 1970, el aumento total de la población en Cataluña ha sido de 3,4 millones de habitantes, de los que el 63% (2,1 millones) es de origen migratorio y el 37% (1,3 millones) de origen vegetativo. Sin las migraciones que se han producido a lo largo del siglo XX, en lugar de los 6 millones de habitantes actuales, Cataluña habría alcanzado en 1985 sólo 2,36 millones de habitantes. Cabré calcula que la cifra en 1999 sería de unos 2,4 millones de personas. La extraordinaria magnitud del fenómeno migratorio en Cataluña, que supera la de grandes países migratorios como Estados Unidos, Australia y Argentina, ha sorprendido incluso a la propia autora del libro, publicado por el Instituto Catalán del Mediterráneo y Editorial Proa. Cabré sostiene que la importancia de los flujos inmigratorios en Cataluña ha estado relacionada, "hasta una época reciente y casi exclusivamente", con la existencia de Barcelona y de las áreas industriales que la circundan. Cabré explicó ayer que empezó a trabajar en el libro en 1966 con la pretensión de "contestar" las tesis de Josep Antoni Vandellós, que en su obra Catalunya, poble decadent, publicada en 1935, alertaba del decrecimiento de la natalidad y lamentaba, desde su punto de vista "patriótico", que el futuro de la población de Cataluña se hallase "en manos de la corriente inmigratoria", según explica Jordi Nadal en el prólogo. Cabré ha demostrado que el débil índice de fecundidad, que desde la mitad del siglo pasado es de los más bajos del mundo, "no es un signo de decadencia, sino de inteligencia", contra lo que preconizaba Vandellós. Pero la demógrafa ha ido todavía más lejos y ha comprobado algo que no esperaba y que la ha sorprendido: que no ha existido nunca peligro de regresión demográfica en Cataluña. "Por su sola dinámica vegetativa -es decir, sin inmigración-, la población de Cataluña no habría decrecido nunca en los últimos 100 años", señala Cabré. A la demógrafa también le ha sorprendido descubrir que el peso demográfico de Cataluña en relación con la población mundial se ha mantenido desde 1850, cuando era del 1,37. En 1980, la proporción era prácticamente idéntica (el 1,33 por 1.000). El dato tiene importancia porque revela que "Cataluña, pese a su bajo índice de fecundidad, ha mantenido la cuota poblacional dentro de un mundo con un crecimiento demográfico explosivo". Cabré aprovechó ayer la presentación de su libro ante los medios de comunicación para desmentir ciertos tópicos que, en su opinión, es urgente "revisar". No es cierto, dijo, que en el pasado las mujeres no trabajaran como las de ahora. "Lo que ocurre es que antes no estaban asalariadas", señaló. También rechazó la creencia de que en el pasado las mujeres tenían más hijos. En realidad, "la fecundidad más baja se dio entre 1915 y 1920 (1,66 hijos por mujer) y no en las mujeres que ahora tienen 35 años".

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