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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Escalada en Chechenia

POR SEXTO día consecutivo, Rusia ha bombardeado Chechenia, centrándose en los alrededores de su capital, Grozni. La escalada militar, que hasta ahora ha forzado la huida de al menos 50.000 civiles hacia otras repúblicas caucásicas, obedece, según el Kremlin, a operaciones de castigo "en lugares precisos" contra la guerrilla islámica de Shamil Basayev, a la que Moscú hace responsable de la insurrección de Daguestán y de la oleada de atentados con explosivos en Rusia.Los cazabombarderos rusos, sin embargo, no están destruyendo campamentos de los supuestos terroristas o el material de guerra de éstos. Los aviones de Yeltsin, en una copia de las tácticas de la OTAN en Serbia, que en su momento fueron ferozmente criticadas por Moscú, atacan puentes, refinerías e instalaciones eléctricas. Y matan desde el aire a decenas o centenares de civiles que poco o nada tienen que ver con los objetivos declarados por Moscú. Las bombas, en realidad, parecen destinadas a demoler el más que precario equilibrio de Chechenia. Semanas después de los inicuos atentados sufridos en sus ciudades, Moscú no ha aportado pruebas que consoliden la hipótesis del terrorismo islamista. Pero eso no impide al Gobierno mantener a todo gas una campaña mediática en la que se cuenta a los ciudadanos que las bombas son producto de una ofensiva internacional lanzada desde bases fundamentalistas en Chechenia. Si el terrorismo islámico es siempre un chivo expiatorio de éxito garantizado en Rusia, lo es especialmente en momentos críticos como los actuales, cuando el agónico régimen de Yeltsin, asediado dentro y fuera por la incompetencia y el escándalo, afronta en unos pocos meses una decisiva doble cita con las urnas: elecciones legislativas y presidenciales.

El primer ministro, Vladímir Putin, asegura que por el momento no hay planes de invasión. Pero unos 30.000 soldados rusos y abundante material pesado están desplegados en la frontera de la montañosa república sureña que se independizó en la práctica después de humillar al Ejército ruso entre 1994 y 1996, y a la que Moscú sigue considerando como parte de Rusia. Visto el cariz de los acontecimientos, la Unión Europea rompió ayer el espeso silencio occidental urgiendo al Kremlin a que contenga su escalada bélica en Chechenia. Es una advertencia oportuna. En la descompuesta situación interna rusa, política y militar, la tentación de tapar un escape con una inundación puede resultar irresistible.

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