"De pronto somos mayores"
Los nuevos universitarios llegan a la enseñanza superior entre temerosos y expectantes
Son universitarios y lo seguirán siendo en los próximos años, pero aún no se sienten como tales. Han dejado atrás el instituto, la selectividad y se enfrentan a sus nuevas aulas, más grandes, más llenas, con sentimientos encontrados. Temor e ilusión ante todo. Y muchas ganas. Los alumnos de primer curso de facultad llevan aprendido que ahora serán "uno más", que todo resultará "más difícil". Su gran esperanza es haber acertado con la carrera elegida, ya que muchos han escogido de oídas, dudosos, como mal menor o, las menos veces, porque "se puede estudiar cerca de casa". Silvia Campuzano no ha acertado a la primera. Tras un paseo triunfal por el instituto -con una media de 8,8- escogió Arquitectura para darse cuenta de que no era lo suyo al tercer día. Está convencida de no haberse equivocado porque "no tenía muy claro" lo que quería estudiar, algo que ocurre con cierta frecuencia, y cree que puede acertar a la segunda. Esta nueva oportunidad se inicia hoy, cuando esta chica de 18 años, como la gran mayoría de sus compañeros, acuda "ilusionada" a su primera clase para llegar a ser ingeniero industrial.Silvia conoce ya las aulas y pasillos universitarios, el aire que se respira y la impresión que causan el primer día. "Me sentí muy sola. Es muy diferente al instituto, un cambio demasiado brusco", asegura.
Idea aproximada
Todos tienen una idea aproximada de lo que se van a encontrar: mucha gente, profesores menos accesibles que los del instituto, exámenes más duros y "estudiar mucho" simplemente para aprobar. Y más libertad para decidir qué quieren hacer con sus vidas. Pero el choque puede resultar brutal. "El profesor estaba lejísimos y empezó a hablar y hablar. Iba tan rápido que casi no me daba tiempo a coger apuntes", recuerda Raquel Ruiz de su primer día como estudiante de Ingeniería Aeronáutica. A esta chica también le impresiona la masificación: "Éramos alrededor de 70 estudiantes", una cifra que contrasta con su instituto de Laredo (Cantabria), en cuya clase de francés "estaba sola".
Los que aún no han pisado la facultad esperan ansiosos. Así, Lourdes Calle, que ha entrado en Historia del Arte, no sólo no teme nada de su nueva carrera, sino que está deseando empezar para "conocer gente nueva". Y eso que tiene claro que quiere dedicarse a la restauración, por lo que no sabe si acabará la carrera. Pero le gustaría.
En una situación parecida está Candela Zarauza, apurando los últimos meses de sus 17 años en Vigo. Irá a estudiar Derecho a Madrid -podía hacerlo en Galicia-, pero su objetivo es ser periodista. Antes quiere saber "qué es la vida universitaria, madurar y conocer a gente diferente". Le asusta el contraste, desilusionarse, como muchos novatos, y "pasar el primer cumpleaños fuera de casa". Pero tiene ganas de probar su nueva vida, "más independiente". El cambio es, por tanto, doble, tanto para ella como para Raquel, que no sólo son nuevas en su facultad, sino en la ciudad.
La misma ilusión que Raquel, Silvia, Lourdes y Candela muestra Miguel Ángel Olalla, que ha elegido Ciencias Medioambientales, después de dudar hasta el último día de matrícula. La adaptación a su nueva condición puede resultar también más dura en su caso porque ha pasado toda su vida escolar en el mismo colegio. Pero tiene aprobada la asignatura de la disciplina que, según le han contado, exige la universidad. Miguel Ángel no hizo el bachillerato convencional, sino que estudió en un centro público el bachillerato internacional, más exigente. A pesar de ello reconoce que está "nervioso y un poco asustado".
Los que han optado por carreras técnicas, Medicina u otras de las consideradas duras, están más asustados por no superar la prueba que por el futuro más lejano que supone el mundo laboral. La mayor preocupación de los de ciencias sociales o humanidades es el acceso al mundo laboral.
Llegar tarde
La mayoría de ellos tienen 17 o 18 años, pero también los hay que llegan tarde y, a lo mejor por eso, con más ilusión. Como Ruth Girón, que ya ha cumplido los 20 y lleva los dos últimos años con la idea de ser ingeniera industrial en la cabeza. De la universidad sabe ya que "hay que estudiar muchísimo y exige mucha fuerza de voluntad porque nadie controla a nadie".
Lo que ahora suena en la cabeza de estos chicos es lo que les han contado. Todos saben "más o menos" a lo que se enfrentan porque tienen amigos o hermanos que han pasado por la universidad o aún están en ella. "Mi hermano me dice que me van a dar muchos palos", "no te conoce nadie" o "no me impresiona porque sé cómo funciona", dicen. Y muy pocos se paran a pensar que la universidad implica también que "de repente se han hecho mayores", dice Silvia.
Para superar el último año de instituto todos tuvieron que estudiar "bastante", dice Lourdes Calle, algo frecuente si se tiene en cuenta que su futuro inmediato requiere sacar determinada nota en la selectividad, así que este año tienen un claro objetivo: "Disfrutar".
Todas sus dudas se disiparán este mes, cuando vayan abriendo sus puertas las universidades españolas. La selectividad que les amargó el último curso no es ya más que un recuerdo. Los consultados, que pudieron entrar en la carrera deseada, rememoran esta prueba sin acritud, ni tan difícil ni tan traumática como se la habían pintado, porque ya están allí. En la universidad.
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