Las fuerzas multinacionales hacen frente a los primeros focos de resistencia en Timor
La tensión y la incertidumbre no abandonan la capital de Timor Oriental a pesar de la llegada de las tropas de paz. Las milicias proindonesias, con el apoyo de algunos batallones del Ejército de Yakarta, resisten los lentos avances de la fuerza multinacional, que a su vez encuentra grandes dificultades en identificar a los paramilitares, ahora infiltrados entre la población. Las fuerzas de paz descubrieron ayer junto a la casa de un dirigente independentista una fosa común con al menos 20 cadáveres salvajemente mutilados, y el Gobierno de Yakarta levantó la ley marcial, en vigor desde el 7 de septiembre.
Lo anunció el Ministerio de Justicia: "El presidente Habibie ha publicado un decreto que revoca la situación de estado marcial en Timor Oriental". La situación que vive Dili, sin embargo, recuerda los días previos al anuncio de los resultados del referéndum, en que las milicias provocaron una escalada de tensión, con disparos en las calles, incidentes esporádicos por diversas zonas de la ciudad y difícilmente controlables. Aquí no hay frentes claros ni establecidos. Los paramilitares andan esparcidos entre la población con el riesgo de que alguien grite "¡milicias!" para sembrar el pánico entre la multitud.Un joven de la resistencia timorense fue confundido en la mañana de ayer con un miliciano y estuvo a punto de ser linchado en plena calle. Las fuerzas de seguridad llegaron inmediatamente a la zona, junto a uno de los cuarteles del Ejército indonesio, y consiguieron rescatar al joven de la marabunta. No obstante, las tropas australianas, en posición de combate y en estado de máxima alerta, rastrearon toda la zona, acordonaron el cuartel y entraron en las instalaciones militares en busca de milicianos. Rompieron puertas, ventanas y cristales ante la mirada atónita y no muy convencida de los soldados indonesios. Un disparo podría haber provocado una refriega de incalculables consecuencias.
La mañana había comenzado muy tensa al difundirse unas declaraciones del comandante indonesio F. Ahwad, quien asegura que los batallones 744 y 745 del Ejército territorial de Timor Oriental amenazaban con sublevarse para defender el territorio que ha votado por su futura independencia. La chispa estaba servida. Asimismo, las tropas de paz acababan de descubrir junto a uno de los cuarteles de las milicias Aitarak una fosa común con al menos 20 cadáveres salvajemente mutilados. Los cuerpos proceden de la matanza perpetrada el pasado 17 de mayo en la casa del dirigente de la Comisión Nacional de la Resistencia Timorense (CNRT) Manuel Carrascalao, que vivía próximo al cuartel de los paramilitares. Una de las víctimas fue Manuelito, su hijo de 19 años, sin ninguna relación con las actividades políticas de su padre.
El jefe de la milicia Aitarak, Eurico Guterres, se atribuyó la matanza públicamente y llegó a reconocer que el objetivo no era Manuelito, sino su padre: "Fui yo quien mandó quemar su casa. Quería matar a Manuel Carrascalao. No quería que el hijo sufriese. Desgraciadamente, le pasó al hijo cuando debería haber sido el padre".
La tensión subió por momentos durante la mañana, y fue calmándose, aparentemente, a lo largo de la tarde. El jefe de operaciones de las fuerzas de paz, el general Evans, afirmó en una rueda de prensa que los soldados de la ONU han puesto en marcha diversas "operaciones de rastreo y vigilancia, con el apoyo de helicópteros [que sobrevuelan día y noche la ciudad], para controlar y desarmar a las milicias, cuya identificación es muy difícil, dado que algunos visten con uniformes muy similares a los de los soldados indonesios", mientras otros se han infiltrado entre la población.
El general Evans declaró que 25 paramilitares han sido detenidos y desarmados por las tropas de paz, aunque posteriormente son puestos en libertad. "El objetivo", dijo, "es controlar a las milicias y desarmarlas". Si nuestros soldados se ven amenazados, tienen órdenes de disparar inmediatamente".
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