Robert Mangold expone en Santiago sus gigantescos cuadros de formas geométricas
Uno de los pioneros del minimalismo presenta su primera retrospectiva en España
Antes que el cuadro en sí, lo primero que concibe Robert Mangold (Tonawanda, Nueva York, 1937) es la forma exterior de la obra. "Todo lo demás", dice el artista, "lo pienso en relación con ese marco externo". Los elementos primarios como la forma, la superficie, la línea y el color son los materiales con que juega este artista que irrumpió en la ciudad de los rascacielos a principios de los años sesenta, en la época en que nació el minimalismo. El Centro Galego de Arte Contemporáneo (CGAC) presenta una retrospectiva de Mangold, con algunos cuadros gigantescos.
Es la primera retrospectiva de Robert Mangold en España, aunque en realidad, destaca el artista, lo que se presenta en Santiago de Compostela no es una retrospectiva al uso, sino una muestra de los trabajos de sus últimos 17 años, siempre agrupados en series.El comisario de la exposición, el alemán Urs Rasmüller, va todavía más lejos. "Yo odio las exposiciones; muchas veces están reñidas con el arte en sí. Los que organizan las retrospectivas suelen actuar como maestros de escuela que quieren enseñar la obra de un autor a lo largo de toda su vida. Aquí lo único que presentamos son unas pocas y excelentes obras del señor Mangold".
A Mangold se le considera habitualmente como uno de los pioneros del minimalismo y aunque él no rechaza por completo ese parentesco, prefiere matizar: "Es un término que sólo tiene validez para identificar un momento histórico, pero de ninguna obra actual puede decirse que sea minimalista. Esa palabra resultó útil en los sesenta, si bien ya entonces no le gustaba a la mayoría de los artistas. Yo tampoco me considero así, aunque es verdad que estoy conectado a esa época".
Nacido en el campo, en los alrededores de la ciudad de Buffalo, cerca de la frontera con Canadá, Mangold llegó a Nueva York a principios de los sesenta, en la época en que la ciudad se convirtió definitivamente en la capital artística del mundo. Entonces estaba muy influido por el expresionismo abstracto, y en la Gran Manzana se encontró con un grupo de artistas jóvenes empeñados en abrir nuevos caminos.
"Fue un momento apasionante, la experiencia abstracta lo dominaba todo en el arte y había mucha gente tratando de hacer cosas en direcciones distintas. La comunidad artística era además pequeña, no como ahora que a veces apenas si se puede entrar en las galerías".
Fue un momento de actitudes radicales y el pintor ilustra cuál fue la suya relatando una anécdota: "En principio, el minimalismo era un movimiento más escultórico que pictórico. Tal vez influido por eso, yo hacía cuadros con mucho relieve, abultados. Una vez vino un crítico a mi estudio y fue expresando su opinión obra por obra. A la única que no prestó atención fue a una completamente plana. Cuando se marchó, me di cuenta de que estaba totalmente equivocado y que ese cuadro plano era el único que merecía la pena. Desde ese momento, descubrí cuál debía ser el rumbo de mi trabajo". Mangold se ganó la celebridad en Nueva York, pero a principios de los setenta, tras casarse con la también pintora Sylvia Plimmack, de la que tiene dos hijos, se mudó al campo. En su decisión influyeron motivos personales, artísticos y también relacionados con el momento que vivía la sociedad de su país.
Desilusión
"Personalmente, en lo que se refiere al arte, empecé a desilusionarme con muchas cosas", confiesa, "además, los sesenta en Estados Unidos fueron una época terrible, con turbulencias sociales, asesinatos políticos, la guerra del Vietnam. A Nueva York empezó a venir gente de todo el mundo interesada en el arte y ya no tenías intimidad, porque te llamaban constantemente, querían visitar tu estudio. La comunidad artística parecía algo distante de la realidad y el mercantilismo se empezó a apoderar del arte. Y escapé de allí para protegerme".
El monumentalismo de sus cuadros -algunos miden más de seis metros-, una tendencia cada vez más acusada con los años, no cree que sea producto del influjo de vivir en una urbe gigantesca. "Mis obras siempre están relacionadas con la escala humana; de hecho, en Nueva York nunca ves nada totalmente, de los edificios sólo puedes observar pequeñas partes, porque no hay plazas grandes. Lo que te enseña Manhattan es más bien lo fragmentario".
Babelia
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