Religión y formación profesional
Siendo profesor de instituto, he seguido, con gran interés, las noticias relativas al intento de incluir clases de religión católica en la Formación Profesional madrileña. Desde el momento en que se publicó tal noticia, partidos de la oposición, asociaciones de padres de alumnos, etcétera, reaccionaron esgrimiendo distintos argumentos en contra de tal medida. Básicamente han sido tres. Me gustaría realizar algunas consideraciones: a) La medida, se dijo, era incompatible con el derecho, constitucionalmente promulgado, a la libertad de culto, y con la aconfesionalidad del Estado español. Parece que nadie ha reparado en el carácter optativo, que tales clases habrían tenido. En ninguna etapa del sistema educativo actual son obligatorias las clases de religión. Además, para garantizar efectivamente la libertad de culto, se objeta, el Estado debería igualmente ofertar clases de islamismo, budismo, etcétera.Nos guste o no nos guste, para bien o para mal, la historia de España, como la de la mayoría de naciones del occidente europeo, está modulada en base a la presencia del cristianismo como religión "oficial". Este etnocentrismo que tan mal se soporta en el campo religioso, se tolera y apoya sin rechistar en las otras materias curriculares. En efecto: ¿Por qué los alumnos se empapan de historia europea y española, y apenas saben nada de la de Oceanía, África o Asia?, ¿por qué se estudia filosofía occidental, de Platón a Habermas, y se ignora la oriental?, etcétera. Por otro lado, impartiendo clases de historia, filosofia, arte, economía, literatura, etcétera, se puede adoctrinar a un alumno con la misma facilidad que en religión.
b) La medida ponía en peligro la formación de un espíritu crítico en los alumnos, objetivo esencial de la LOGSE. Parece olvidarse igualmente que el derecho a criticar sólo es un elemento enriquecedor en la convivencia democrática si se realiza desde el conocimiento. No critica quien quiere, sino quien puede. Las manifestaciones culturales de nuestra tradición: arte, filosofía, ciencia, historia están transidas de elementos y simbología religiosa. No es de extrañar en estas circunstancias, tal y como personalmente he constatado, que un elevado número de alumnos no sepan siquiera por qué hay vacaciones en Semana Santa o qué es exactamente lo que se celebra en Navidad.
e) La medida era absurda e inútil porque los alumnos de Formación Profesional demandan una formación exclusivamente especializada, que les convierta el día de mañana en óptimos profesionales. ¿Acaso no son también personas? ¿No insiste la LOGSE en que toda educación debe ser global y extenderse a las distintas dimensiones del individuo? ¿Qué sentido tiene, entonces, que un futuro periodista, filólogo o abogado deba estudiar física, matemáticas o música? Ciertamente, recibir unas clases de moral, cristiana o laica, no implica que el individuo vaya, en el futuro, a interiorizar los valores enseñados, pero tampoco las múltiples horas de las omnipresentes matemáticas garantizan que el alumno vaya a ser un Einstein el día de mañana. Lo mismo valdría para las demás disciplinas... En definitiva, esta polémica ha demostrado una vez más la imposibilidad de establecer un debate sereno y racional sobre la cuestión religiosa en nuestro país. No se educa en abstracto, sino desde una tradición cultural. Defenderla o criticarla sólo será posible si antes se ha asumido a través del conocimiento. Y esa posibilidad, en nombre de la libertad, ha sido negada a los alumnos de Formación Profesional.- .
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