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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Voces ancestrales

EL OBJETIVO de la asamblea que reunió ayer en Bilbao a los concejales de los partidos nacionalistas vascos era, según Arnaldo Otegi, portavoz de Euskal Herritarrok, poner los fundamentos "de un proceso constituyente vasco". El portavoz del PNV, Joseba Egibar, reducía la cosa a "saber quiénes y cuántos somos". Pero había sido Arzalluz el más claro al recordar de vísperas que la Asamblea de municipios era "una iniciativa del MLNV" que su partido había secundado para "ayudarles a salir del atolladero de la violencia" y a "hacer una entrada en la política".Ayudar a ese mundo a hacer política democrática es un objetivo deseable, y nadie está mejor situado que el PNV para intentarlo. Uno de los problemas de la política vasca ha sido la incapacidad del nacionalismo radical para plantear un proyecto independentista que no vaya asociado a la violencia. Seguramente, algo tiene que ver con ello su íntimo convencimiento de que por las buenas no lograrán convencer a la mayoría. Que no han renunciado del todo a convencer por las malas es algo que dice la propia ETA cuando advierte de que no está en ningún proceso de paz si por tal se entiende "la desaparición de la lucha armada y el resto mantenerlo igual". Pero además de lo que dicen está lo que hacen: nuevas cartas de extorsión, acogidas por Otegi sin sorpresa "porque ETA ya lo advirtió". Como si reservarse el derecho a robar convirtiera el hurto en legítimo.

ETA no ha renunciado a la coacción y resulta por ello surrealista que dirigentes nacionalistas democráticos consideren "poco realista" exigir a ETA que convierta en definitiva la tregua. Mientras ése sea el mensaje, es dudoso que la participación de los nacionalistas del PNV y EA en la Asamblea de municipios u otras iniciativas de ETA / HB pueda favorecer la evolución de ese mundo hacia la democracia. ETA ya dijo que la única virtualidad que concedía a las instituciones autonómicas era la de instrumento "de transición hacia un nuevo marco político", y Otegi acaba de reafirmar que la Asamblea es el germen de ese nuevo marco. La iniciativa de ETA tenía y tiene un significado en sí mismo, el de configurar una alternativa institucional al Estatuto, que no modifican las declaraciones que puedan hacer a la entrada los dirigentes del PNV o EA. Aunque sea mejor que las hagan a que otorguen con su silencio, como antes.

Niega Arzalluz que la Asamblea pueda ser considerada el punto de partida de un proceso constituyente, pero admite que puede ser "una especie de representación conjunta de una realidad de pueblo". Una representación bastante deformada. Es cierto que en Bilbao se juntaron ayer casi 1.800 concejales de más de 350 localidades. Pero esas cifras no modifican la realidad de que la mitad de los ciudadanos de Euskadi y el 80% de los de Navarra (por no hablar del País vasco-francés) no estaban representados ayer en Bilbao. Otegi lleva unos días diciendo que en esos territorios existe una clara "mayoría social y política" que reclama la soberanía, y que "no admitimos vetos de los que se niegan a participar". En las elecciones autonómicas de octubre los nacionalistas obtuvieron el 54% de los votos, y el 53% en las municipales de junio. Y en las generales de 1996, con una participación superior, PNV, EA y HB obtuvieron en la Comunidad Autónoma Vasca 574.275 votos, el 45,21% de los emitidos y el 33,3% del censo electoral. No es concebible una Euskadi sin los nacionalistas, pero no todo es nacionalismo en Euskadi -mucho menos en Navarra-, ni todos los nacionalistas comparten la idea de soberanía de ETA.

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Hay que ayudarles a salir del atolladero, pero para ello es imprescindible que los nacionalistas tengan voz propia para decir a los de Otegi que su planteamiento es uno entre varios y no, como pretenden, el único respetuoso con la voluntad de los vascos; y que esa voluntad lleva 20 años y otras tantas elecciones expresándose y legitimando las instituciones que ahora pretenden sustituir bajo la amenaza de un regreso de "respuestas de corte armado". Entre las voces que se escucharon, ésa no se oyó ayer con suficiente claridad.

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