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"Sin novedad en el Alcázar"

De cuando en cuando se habla de historia en las comisiones parlamentarias. Lo más último sucedió en la de Exteriores a propósito de un tema aparentemente volcánico, la condena a la sublevación del General Franco en julio de 1936. La prensa ha relatado las tensiones que concluyeron en la soledad del Partido Popular al rechazar, frente a todos los demás grupos de la Comisión, el texto de la resolución condenatoria del levantamiento militar. La negativa de los populares parece ser que ha provocado un montón de vestiduras rasgadas en la oposición. Francamente, no había para quejarse tanto, puesto que una cosa es citar a Machado y Azaña cuando tercia, y otra muy distinta negar los fundamentos de la tradición político-cultural sobre los que se asienta el partido. Y aún más si el partido es de creación bastante reciente y siente como propios los logros del tardofranquismo, aunque lo raro es que sólo se atreven a proclamarlo muy de vez en cuando y por lo bajo. Supongo que actúan en esa forma acomplejada porque deben percibir cierto rechazo social, que entienden negativo, para obtener la blanca imagen de políticos tecno sin referentes fundacionales, sin ancestros históricos. Y eso es algo muy extraño. Lo es porque toda organización política reclama siempre ser hija o nieta, busca desesperadamente algo y alguien que legitime su presente. Qué raros son los dirigentes populares: sus ancianos abuelos seguro que les contaban sufridas clandestinidades fascistas en el Madrid republicano o en la Barcelona rojoseparatista y que luego se lanzaron a la bendita caza de los octubristas rojos. Además, supieron que papá, con las flechas en una mano y el yugo en la otra, se había enamorado de mamá cuando era una de aquellas hermosas chicas de la Cruz Roja que pedía dineros para los que no tenían donde caer muertos, que eran muchísimos y que en cuanto podían se largaban a cualquier parte con tal de poder vivir. Qué raro. ¿Por qué no reivindican eso como algo propio en lugar de insistir en que no vienen de parte alguna? Sin embargo, debe reconocerse que hay excepciones que delatan una lealtad entrañable a sus legítimos ancestros políticos y asoma el pelo por encima del muro de contención que levantan los sufridos asesores de imagen. Por ejemplo, cuando Mercedes de la Merced, una joven y emprendedora popular, hizo sensacionales declaraciones afirmando algo parecido a que el estado del bienestar en España lo había iniciado Franco, hubo revuelo, risas y calló. No hace mucho, interrogada de nuevo sobre aquella afirmación, respondió que no siempre lo que es verdad puede decirse en público. El mismo José María Aznar no soporta que le paseen por el rostro sus escritos de juventud sobre golpes de estado y elecciones, donde admitía que en una situación de caos o emergencia social la respuesta militar es comprensible. El argumento es un clásico sin duda, es el mismo que exhibe hoy la fiscalía del Estado respecto al general chileno. Y también es el mismo argumento del portavoz popular en la comisión, José María Robles Fraga, el cual, desde unos apellidos cargados de razón histórica, ha sacado a relucir idéntica tesis: alguien debe actuar cuando hay emergencia, la tesis de los rebeldes del 36, ni más ni menos. No voy a discutirlo porque es inútil, ni tampoco la filiación o simpatía política de quienes oponiéndose a la dictadura llenaron las cárceles del país, ni siquiera la exigencia de matices que parece ser invocó el portavoz popular (como si una proposición fuera una tesis doctoral en lugar de una declaración política), porque es algo para morirse de risa. Sin embargo, insisto en la sorprendente actitud de los diputados de la oposición quejándose de los olvidos de la historia. Que no se engañen, porque si bien ha habido dejadez y olvido oficial, durante tantos y tantos años, no ha habido, en cambio, olvido civil.

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