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Ruiz Massieu deja oculta con su muerte una trama de corrupción en México

Juan Jesús Aznárez

El suicidio de quien fuera subprocurador general de Justicia de México (Fiscalía), Mario Ruiz Massieu, hermano del asesinado secretario general del PRI durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, José Francisco Ruiz Massieu, ocultará para siempre la maraña de complicidades forjada durante años por políticos, magistrados, policías y narcotraficantes. "Mi asesino es Zedillo", escribió en una carta póstuma divulgada ayer en Nueva York por su viuda, María Barrientos. El procurador general, Jorge Madrazo, respondió que las acusaciones son "propias de un psicópata".

"Murió como vivió durante muchos años; huyendo y con miedo", dijo Madrazo a los periodistas. Y añadió: "Mario Ruiz Massieu en distintas ocasiones trató de trasladar las culpas, lanzar bombas de humo... y esto es lo que hace este mensaje póstumo". El secretario de la Gobernación (ministro de Interior), Diódoro Carrasco, calificó las acusaciones de "absurdas y sin sentido".Imputado por corrupción en el ejercicio de cargo público, el difunto residía en Nueva Jersey y sus cuentas bancarias habían sido bloqueadas. Bajo arresto domiciliario desde 1996, murió con una tobillera electrónica que informaba a la policía de sus movimientos. Mario Ruiz Massieu, que en tres cartas póstumas insistió en su inocencia y culpó a los Gobiernos de Washington y México de acosarle con pruebas fabricadas y testigos anónimos bajo protección federal, afrontaba procesos en México y Estados Unidos con 25 cargos por lavado de dinero, obstrucción a la justicia en el caso del asesinato de su hermano y connivencia con los carteles del Golfo, Tijuana y Juárez, que supuestamente compraron su protección, con un primer soborno de nueve millones de dólares, mientras dirigió la oficina contra el narco (1993-1995).

Temiendo la cadena perpetua, sin fuerzas para afrontar la quinta solicitud de extradición efectuada por México y un nuevo juicio en Houston, entró en una depresión irreversible y la tarde del miércoles moría en su apartamento de Nueva Jersey por sobredosis de calmantes. "Me encuentro muy desanimado, y solamente un milagro nos podría salvar", había avisado en una de las cartas, que reveló su abogado Juan Collado.

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