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Una iglesia baptista, nuevo escenario de un homicidio masivo en Estados Unidos

El sangriento verano estadounidense de 1999, marcado por los tiroteos de Atlanta, Alabama y Los Ángeles, se despide con un homicidio masivo en una iglesia baptista de Fort Worth (Tejas). En la noche del miércoles, Larry Gene Ashbrook, de 47 años, penetró en la iglesia Wedgwood, donde decenas de adolescentes celebraban un acto religioso, y espetó: "Vuestras creencias son una mierda". Acto seguido, disparó a mansalva. Mató a siete personas, hirió de gravedad a otras siete y se suicidó.

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Disputas sangrientas

Este tipo de comportamiento, que combina la facilidad en el acceso a las armas con la expresión criminal y enloquecida de las frustraciones personales, se ha hecho trágicamente habitual en EE UU. Así actuaron, la pasada primavera, los dos adolescentes del instituto Columbine, en Denver, que se suicidaron tras haber matado a 12 condiscípulos y un profesor. Quería celebrar el aniversario de Hitler y expresar su odio por el éxito social de los alumnos deportistas. Y ese modelo siguió, el pasado julio, el inversor que había perdido mucho dinero jugando en Bolsa a través de Internet y que, antes de dispararse un tiro en la cabeza, mató a 12 personas en Atlanta.La policía intentaba ayer encontrar una explicación racional a la actuación homicida del tirador de Fort Worth. Era un ejercicio casi imposible, porque, como en los casos de Denver y Atlanta, este género criminal típicamente estadounidense sólo puede entenderse poniendo en juego todos los recursos de la sociología y la psicología. "No podemos evitar huracanes como el Floyd, que son actos de Dios, pero sí podemos hacer algo contra sucesos como el de Fort Worth", declaró ayer el vicepresidente Al Gore. "Estas tragedias", prosiguió, "no ocurrirían si no fuera tan fácil que personas desequilibradas tengan acceso a las armas".

Lo único claro que emergía ayer era la reconstrucción de los hechos facilitada por balística, los análisis forenses y el testimonio de los fieles de la iglesia Wedgwood. "Fue tan de película que creía que estaba ante un arma falsa que hacía ruidos falsos", declaró Bethany Williams, una chica de 16 años que escapó a la matanza. "Ese hombre entró en la iglesia, golpeó la puerta con fuerza para que nos diéramos cuenta de su presencia, pronunció un par de frases casi incomprensibles y comenzó a disparar aleatoriamente", relató Dan Hughes, el pastor que oficiaba el acto religioso. "Estaba muy tranquilo, tenía aspecto normal y me pareció que fumaba un cigarrillo", declaró Christy Martín, de 15 años.

Juramentos antirreligiosos

A la caída de la noche del miércoles, la iglesia Wedgwood, de ladrillos rojos y situada en un tranquilo suburbio de clase media, estaba abarrotada con unas 150 personas, la mayoría adolescentes que celebraban un acto de reafirmación de su fe baptista y de su preocupación por los problemas sociales. El grupo Forty Days animaba el acto con música rock de contenido religioso. Entró entonces un individuo vestido con vaqueros, camiseta blanca y chaqueta negra, que golpeó la puerta, soltó unos cuantos juramentos contra la religión baptista y sacó una pistola semiautomática de 9 milímetros.

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Ralph Mendoza, jefe de la policía de Fort Worth, informó ayer de que el asaltante, actuando con tremenda sangre fría, vació un primer cargador y volvió luego a insertar y agotar otros dos. También arrojó sobre la muchedumbre, que huía hacia donde podía, una bomba de fabricación casera. La bomba explotó, pero no causó daños humanos. Descargado así su impulso criminal, el asaltante se sentó en un banco, apuntó el arma contra su sien y se pegó un tiro. Todavía le quedaban seis cargadores.

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