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Las urnas del perdón

Juan Carlos Sanz

La guerra civil que ha desangrado a Argelia estalló en las urnas, pero ha podido acabar también en los colegios electorales. A comienzos de 1992, un golpe militar condujo a la anulación de la segunda vuelta de unas elecciones generales en las que los islamistas se disponían a llegar al poder. El amplio deseo de paz expresado ayer por los argelinos en el referéndum marca tal vez el principio del fin de un largo conflicto interno que ha atrapado a la población civil entre el fuego cruzado de las fuerzas de seguridad y las guerrillas integristas. En los colegios electorales de Argel despuntaba ayer un espíritu de reconciliación nacional. "Yo no voté por Buteflika (en las presidenciales de abril), pero hoy voto por la paz, hoy tengo esperanza", explicaba Hyurda Hamadach, una costurera de 27 años, con la cabeza cubierta por el pañuelo islámico. A su lado, Fátima Messaudi, de 67 años, arengaba a los jóvenes voluntarios del colegio Malika Harchi, un centro de votación reservado a las mujeres en el distrito popular de Kuba, en cuya mezquita se fundó el Frente Islámico de Salvación. "Ojalá pudiera votar 100 veces sí. Luego su semblante se ensombreció al relatar el asesinato de un familiar.

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"El presidente nos ha ofrecido una gran oportunidad para la paz", aseguraba el tipógrafo Abdelmuyur Cheraifa, de 46 años, poco después de haber votado en la escuela Abderramán Homín del distrito de Belcourt, donde sigue sometido a detención domiciliaria el líder histórico del FIS, Abassi Madani. "Tenemos que perdonar a los terroristas, si no seguirá habiendo más muertes", argumentaba Cheraifa, que tampoco votó por Buteflika y que sigue viviendo con el recuerdo del policía al que vio morir tiroteado.

En Hydra, otro distrito de Argel castigado por la violencia, los votantes charlaban al sol en el patio del colegio electoral mixto Laila Jadiya. "Yo he votado por mi compañero de armas Buteflika; ¡ah! y diga que me llamo Hadj Ferchal", sentenciaba el muyahid ante un corro de jóvenes informáticos de la administración electoral, veinteañeros curtidos en el eco de los coches bomba.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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