24 horas de biblioteca
Hasta hace poco, los jóvenes gaditanos acudían al Cerro del Moro a comprar droga. La heroína se cobró aquí medio centenar de vidas hasta los primeros años noventa, fecha en que el barrio comenzó a experimentar cambios significativos. Hoy, el Cerro lucha por sacudirse de una vez su condición marginal: los chavales siguen siendo chavales, pero los libros quieren desplazar a las papelas. Desde hace más de dos años, la sede de la asociación vecinal Primero de Mayo acoge una biblioteca y sala de estudio con capacidad para unas 70 personas, pero a diario pasan por ella más de 300. La presencia de vigilantes no parece necesaria: cada uno de los usuarios dispone de su propio juego de llaves y se encarga de cerrar responsable y celosamente la verja exterior. Hasta la fecha, la asociación ha repartido medio millar de llaves, incluso a estudiantes foráneos que en verano pasan sus vacaciones en Cádiz, pero que se ven obligados a preparar exámenes en esas fechas. "Algunos no podían creerlo", afirma el presidente de la citada asociación, Enrique Blanco. La iniciativa, como cabría esperar, ha sido acogida con entusiasmo en una zona en la que las familias de más de seis miembros (hacinadas en ocasiones en viviendas ínfimas) componen casi la cuarta parte de la población, la mitad de la cual se halla desempleada. Para una de las jóvenes asiduas a este centro, "ha sido como tener una biblioteca en casa, o una casa en la biblioteca". Una opinión que comparte Raquel, vecina de 20 años que prepara durante estos días los exámenes de Selectividad, y expresa su agradecimiento a esta iniciativa con un "todo lo que pueda decir es poco". "Al principio, mucha gente pensaba que esta idea no iba a funcionar, porque el Cerro siempre ha tenido famita. Pero la verdad es que vienes por aquí a las cuatro de la mañana y ves a todos los usuarios comportándose correctamente, estudiando en silencio. Y creo que todo ello repercute positivamente en el barrio". Quien no dejó de tener fe en el proyecto fue el presidente Blanco, una de las personas que más se opuso al desmantelamiento que amenazó en su día el movimiento vecinal. "En los años ochenta", asegura, "algunos políticos trataron de quitar su razón de ser a este movimiento, vaciar de contenido sus reivindicaciones". La apuesta de Blanco y su directiva fue, en este sentido, clara: pelear por mejorar la habitabilidad y la calidad de vida de los vecinos, empezando por integrar a la juventud. "Creo que los jóvenes han sido maltratados por la sociedad. Cuando les dimos toda la confianza, no nos la pagaron sino con confianza, con respeto, con saber estar". El vaivén de jóvenes con mochilas y carpetas por el Cerro del Moro es constante. En los círculos universitarios ha comenzado a correr la voz de que en aquel guetto, en lo que fue una suerte de Bronx gaditano gobernado por el desencanto, "hay un sitio plenty para estudiar, incluidos los fines de semana", como anuncia a un amigo José Mari, matriculado en Psicología, "y además con ventiladores". Sin embargo, muy pronto habrá de reducirse el horario permitido para aquellos que cursan estudios superiores, lo cual no indica que la biblioteca vaya a cerrarse: "De siete a nueve de la tarde", explica Enrique Blanco, "vamos a pedirles que cedan las salas a los chavales de Primaria y Secundaria para que reciban apoyo. No nos olvidamos de que, hace unos años, el Cerro del Moro señalaba los índices más altos de fracaso escolar de toda la provincia".
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