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Libertad moral

SEGUNDO BRU Justifica Tarancón el hecho de inaugurar el curso escolar en un colegio privado y elitista concertado -y esto si que es el verdadero hito emblemático del gobierno amoral de Zaplana- como la consecuencia lógica de "una política sin complejos". Hombre, uno creía que eso de la política sin complejos ya lo había inventando Gil y Gil, siguiendo a Ruiz Mateos -ora vestidito de Supermán, ora de abejita Maya- y éste a su vez de Coluche y todos ellos mezclando a partes iguales algo de Poujade, algo de Mussolini y unas gotas de qualunquismo (agítese y sírvase a la temperatura adecuada para ancianitas temerosas por sus colgantes y collares, ex votantes de Blas Piñar, lamentablemente también bastantes parados de larga duración y un conjunto variopinto de aspirantes a jet set cutre, junto a toda la gama lumpen frecuentadora de Tómbola). Alguien debería indicarle a este culto y bibliófilo conseller que ni en las inanidades de Blair ni en las supuestamente más académicas. pero no menos inanes, recetas de Giddens se encuentra referencia alguna a tales alardes sin complejos. Menos tenía Cicciolina y, por supuesto, una drag queen metida en política lo haría con menos complejos que nuestro desinhibido responsable de Educación y acreditadísimo bibliófilo. Vamos, que según la fama, que su dinero -mejor dicho, el nuestro- le cuesta crear, es que el interfecto debe dormir con los indispensables tomos del Palau (Manual del librero hispanoamericano) por cabecera. Claro que eso del culto bibliófilo, como aquello otro del político florentino, son inventos, ocasionales o venales, de algún plumilla, recogidos sin más rigor por algunos otros. Pero, como decía Juan Ramón, el primero que dijo que una lágrima es una perla fue genio, el último un idiota. Continúa nuestro culto y bibliófilo consejero justificando su activismo confesional con la lamentable trivialidad de "la libertad moral", aunque no traiga en su apoyo la obra del reverendo Paley sino que, añadiéndole aquello de la "libertad de elección", incluso acogiéndose al artículo 27 de la Constitución española, no deja de ser un simple remedo de aquel Free to choice, excrecencia ideológica muy menor de Milton Friedman y señora. Olvida por otra parte nuestro culto y bibliófilo gobernante, en su política sin complejos respecto a subvencionar -ahora se dice concertar, ¡caramba!- a los colegios del Opus Dei, otros preceptos constitucionales sobre el laicismo, la libertad religiosa e ideológica, de pensamiento, ideas, opiniones y de cátedra, que no parecen plenamente garantizados por lo que para algunos es una prelatura personal y, para otros, una secta más por muy católica que se predique. Y que Dios y el Director General de Policía -primero el último- me perdonen. Claro que uno siempre es libre de hacer o decir lo quiera, incluso tonterías. Valga como ejemplo, a más de Tarancón, el famoso carajo de Felipe González, el cual, para todos aquellos que no hayan leído el benévolo -aunque ciertamente original y bien argumentado análisis hermeneútico de Josep Torrent en estas mismas páginas- ha sido motivo de escándalo en diversas portadas de diarios. Desdichada expresión en todo caso la que precisa de escolias y apostillas varias para su cabal entendimiento. Y por ello considero, siguiendo a Schumpeter, que la confusión en la exposición suele ser, con frecuencia, síntoma de confusión en las ideas. Amén.

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