La bandera del buen rollo

Sin llegar al reventón, el coso taurino registró un lleno de impresión en la primera cita masiva del público madrileño con la música en directo pasado el paréntesis veraniego. Así, las casi dos decenas de miles de personas de toda edad, sexo y condición que asistieron a Las Ventas aún conservaban en su epidermis los regalos del sol y la playa. Abría la velada un interesantísimo artista latino, Vico C, quien, presentado por el propio Pau Donés, mostró a la sorprendida audiencia un ramillete del repertorio incluido en su extraordinario disco Aquél que había muerto. Acompañado sólo de tres bailarines y un fogoso batería, Vico C ejecutó con energía temas como Quieren o el que da título al disco, dejando un excelente sabor de boca y en el aire el deseo de disfrutar pronto de su espectáculo al completo.

Tras él, la proyección sobre el escenario del mensaje "Hola, bienvenidos todos" señaló que la hora de Jarabe de Palo había sonado, grupo de arrolladores éxitos y ventas, a base de cultivar la brillantez de lo simple. Su líder, Pau Donés, sigue gastando menos en trajes que Marilyn Manson en el cepillo parroquial y, a juzgar por su campechanía en escena, parece, afortunadamente, que la fama y el dinero no se le han subido a la cabeza. Motivos tiene, desde luego, a juzgar por el inmenso cariño que los espectadores le manifestaron desde el primer compás. Entraron y entraron bien a temas como La plaza de las palmeras, Mi mundo en tu mano y Vive y deja vivir. Tras éstos, el rock suave al modo californiano que, junto a la cosa tropical, es marca de la casa, se dejó oír en El bosque de palo.

Encantos

El escenario era sobrio, pensado, junto a las luces, sin alharacas; diseñado para potenciar al máximo los encantos de una banda de club, como es el caso de Jarabe de Palo, que busca la conexión emocional directa y sincera con el oyente. Ésta se habría de producir de modo total a los sones de Depende, un himno a las puertas abiertas y la tolerancia, con el concurso de todas las voces cantando la letra. De algo le habrá valido a la canción haber sido sintonía de un programa de televisión emitido en el canal autonómico local. Dos asaltos musicales, Duerme conmigo y la delicada Realidad o sueño, hubo que esperar hasta escalar las cimas de La Flaca, llave maestra de Donés para llegar a esa fama traducida en millón y medio de discos vendidos. Para no bajar la intensidad, irrumpió en el escenario la flamenca Niña Pastori, con la que el grupo interpretó dos canciones de modo convincente: Te miro y tiemblo y Pura sangre. A éstas, y de nuevo sin invitados, siguieron la rítmica Quiero ser poeta y otro de los temas más celebrados del concierto, ese blues latino llamado El lado oscuro. Se preparaba el fin de fiesta con una traca final llena de ritmo: No suelo compararme, Perro apaleado y Adiós. Pero la fiesta no terminó ahí, sino que habría de prolongarse aún durante unos minutos con un sandwich de tres bises, en el que la parte de enmedio -la más sabrosa- fue reservada a un tema compuesto por otra de las leyendas españolas de la poesía musical: Antonio Vega. El tema era El sitio de mi recreo.

Fue una noche de triunfo incontestable para este catalán que va enarbolando por el mundo la bandera del buen rollo y que, a los sones de su chachacha eléctrica ha conseguido enamorar a buen número de españoles a los que les gusta la música poco complicada; las canciones agradables, hechas no para afrontar ningún riesgo, sino para hacer pasar un buen rato al que las escucha. Para el que busca algo más, la música de Jarabe de Palo es probable que le sepa a poco. Para la mayoría, en cambio, está en el punto ideal.