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CATÁSTROFE EN GRECIA

"Al principio era el caos"

Los equipos de rescate tardaron varias horas en llegar a los barrios de la capital más golpeados por el seísmo.

Eran poco más de las dos de la tarde. "Escuchamos un trueno; después llegó un gran temblor y estalló el pánico entre la gente", aseguró el conductor de autobús Argirif Karaiskos, que descansaba en un céntrico café de Atenas. "Era el caos, al principio, tres policías nos ayudaron; no había ni bomberos ni ambulancias", explicaba uno de los voluntarios que se lanzaron sobre los edificios destruidos para intentar sacar a la gente atrapada. Las primeras horas tras la sacudida sísmica fueron las más angustiosas. "Fue terrible", aseguraba un superviviente de un edificio semidesplomado. Los servicios de emergencia tardaron en llegar al barrio de Metamorphosis, situado a unos 15 kilómetros del centro de Atenas, y uno de los más afectados por el siniestro. "Los problemas de comunicaciones complicaron la organización", reconocía un responsable de Protección Civil.

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Más tarde, comenzaron a organizarse estos trabajos. Los equipos de rescate emplearon perros especializados, adiestrados para localizar personas debajo de los escombros. Son los mismos que Grecia envió en un gesto humanitario sin precedentes hace unas semanas a Turquía, su acérrimo enemigo tradicional. Ahora, Ankara, tras ofrecer sus condolencias a través del presidente Suleiman Demirel, se ha mostrado dispuesta a enviar ayuda a Grecia.

Poco después del terremoto principal, Atenas sufrió más de 30 pequeños temblores, alguno de los cuales alcanzó 4,7 en la escala abierta de Richter. Estos seísmos, que los expertos consideran réplicas, multiplicaron las escenas de terror entre la población, ya que se registraban cada 10 o 15 minutos.

Los geólogos griegos descartan en un 99% la posibilidad de que se produzca un nuevo terremoto de consideración en las próximas horas. A pesar de ello, la gente no se fía de las previsiones. Anoche, decenas de miles de atenienses invadieron las calles de su ciudad, dispuestos a dormir a la interperie, alumbrados por linternas y velas. "Sentí que la casa se me venía abajo. Voy a quedarme fuera en las próximas 24 horas", aseguró una anciana que tenía miedo a morir aplastada.

En la fábrica de electrodomésticos Fourils, situada también en el norte de la capital griega, los equipos de rescate se temían anoche lo peor. "Cada vez se escuchan menos voces entre los escombros", aseguraba un voluntario.

"Levo aquí más de cinco horas y nadie me dice nada de mi marido", se quejaba una mujer entre lágrimas, mientras los bomberos buscaban a la luz de los equipos electrógenos a los 40 trabajadores atrapados bajo los cascotes.

El cónsul de España en Atenas, Juan González Barba, aseguró ayer que alrededor de 50 españoles viven en la zona más castigada por el temblor de tierra, en el norte de la capital griega, y en una zona que no es frecuentada por los turistas.

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