El paro de agosto
Que aumente el paro registrado en 3.500 personas en un mes no es un dato alarmante, aunque sí es raro que ocurra en agosto. No pasaba desde 1990, y antes, en 1984. La extrañeza es mayor porque el dato viene a interrumpir una serie de seis meses consecutivos de reducción del desempleo. Normalmente, el cambio del paro registrado, de reducción a crecimiento, se produce a comienzos del otoño, coincidiendo con el fin de la temporada turística y con la inscripción en el Inem de los escolares que han finalizado sus estudios y no se colocan de inmediato.Pero el dato conocido ayer contrasta sobre todo con la evolución del empleo revelada hace apenas 15 días por la Encuesta de Población Activa (EPA) correspondiente al primer semestre del año. La conclusión era que el empleo estaba creciendo a una tasa (4,6%) superior a la de la economía en su conjunto (3,5%). El dato era tan sorprendente que algunos lo atribuyeron a los cambios introducidos en la metodología de la encuesta, pero no hay evidencias de ello. Lo más significativo de ese contraste es la tendencia observada en cada serie por separado -la del paro registrado y la de la EPA- y que resulta equívoco establecer comparaciones entre ellas.
De acuerdo con ese criterio, es pronto para asegurar que el dato de agosto anuncie un cambio de tendencia; eso sólo se podrá comprobar dentro de algunos meses. Tal vez el negativo registro se deba a razones coyunturales, como, por ejemplo, un crecimiento más que proporcional del sector servicios en junio y julio por el Xacobeo. En todo caso, el contraste entre la media de 19.000 parados menos registrada en los cuatro últimos años y el incremento de 3.500 de ahora no invita a la euforia. Por eso resulta especialmente extemporánea la comparecencia del ministro de Trabajo, el viernes pasado, tras el primer Consejo posvacacional, para volver a felicitarse a sí mismo por la excelente marcha del empleo. Ayer, Pimentel estuvo silente.
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