Los tres quieren ser toreros
Así como todos los niños quieren ser mayores, y cuanto antes mejor -deseo muy natural, pues eso de ser niño es una coña náutica-, todos los novilleros quieren ser toreros, a ser posible con cortijo en Medina Sidonia, mercedes con las ruedas blancas y novia de la aristocracia. Hay algunos que no, o por lo menos no se les nota. Son esos aburridos pegapases que circulan por ahí. Pero hay otros que sí, que se les ve a la legua, como los tres novilleros de este festejo que, en todo momento y a pesar de las dificultades que tenían los novillos, demostraron que quieren ser toreros.Para comprobar si es verdad que aspiran a cortijo, coche y marquesa, han tenido delante una novillada de digna presencia y llena de intríngulis. Como ese primer novillo sin fijeza, que no humillaba, manseando por aquí y por allá y probando la embestida. Le correspondió a Jesús Millán, novillero enterado y placeado, que le plantó cara y lo pasó de muleta con quietud que parecía imposible, en una faena que empezó perfilera y con aires de Enrique Ponce, y que terminó con un intento de toreo de suerte cargada, que no cuajó porque el novillo iba a peor.
Dávila / Millán, Lázaro, Vicente
Novillos de Sancho Dávila (uno rechazado en el reconocimiento) de aceptable presencia, alguno sospechoso de pitones, con problemas. 6º, manejable. 2º, de Flores Albarrán, abecerrado y flojo.Jesús Millán: cuatro pinchazos, media -aviso-, tres descabellos y se echa el novillo (silencio); estocada perpendicular desprendida (oreja). Pedro Lázaro: media delantera caída y pinchazo hondo (silencio); pinchazo y estocada (oreja). Iván Vicente: estocada corta y rueda de peones (oreja); estocada corta, rueda de peones -aviso- y tres descabellos (silencio). Plaza de Colmenar Viejo, 2 de septiembre. 6ª corrida de feria. Más de media entrada.
Pero la labor más seria y meritoria la tuvo Millán con el cuarto, que salió abanto y buscando la puerta de chiqueros. Derrotó en banderillas y se presentó con poca claridad en el último tercio. El novillero se hincó de rodillas, salió toreando desde esa postura para las afueras, y, después, a pesar de que el astado se quedaba y le buscaba, sobre todo por el pitón izquierdo, se empeñó en torearlo y en muchos momentos lo consiguió.
Estuvo Millán muy por encima de su novillo durante todo el trasteo y hasta se permitió rematar con unas manoletinas muy ceñidas. La impresión que causó el mozo aragonés fue la de que está capacitado para afrontar papeletas de más envergadura.
El segundo animoso aspirante se llama Pedro Lázaro y recuerda en el tipo, el gesto y hasta en el toreo de capa nada menos que a aquel trianero que se llamó Juan Belmonte. Su primer novillo fue un regalito que se defendió con la cara por las nubes, gazapeó lo suyo y terminó con peligro. Con él estuvo Lázaro discretito, pero muy animoso y sin arrugarse. Había brindado la muerte del novillo a Rocío Jurado y, naturalmente, quería quedar bien. Ganas no le faltaron. Con el quinto, al que salió a torear a la antigua, con la montera puesta, lo que acentuaba su parecido con el Pasmo de Triana, se colocó muy bien, siempre en la cara del novillo, cargó la suerte en casi todos los muletazos y no se quitó de en medio cuando el bicho arreaba estopa. Echó un borrón en la escritura cuando, al final de su tarea, le dio por hacer algo de teatro y por lanzarse a los senderos del tremendismo. Pero la ejecución de la estocada, que fue la mejor de la tarde, le purificó de estos pecados disculpables.
Iván Vicente vino en sustitución de Ricardo Torres, que presentó parte facultativo. Es Iván un muchacho espigado, con una técnica torera muy bien asimilada. Tiene tranquilidad, busca dar largura a los muletazos, adelanta el engaño en los cites, carga la suerte con mucha pureza y procura bajar la mano, la pena es que es un torero muy frío, de los que no te pone la piel de gallina. Pero no importa, así era Luis Miguel Dominguín y ya ven ustedes a dónde llegó.
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