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Los españoles liberados en Irán confiesan haber vivido un calvario en el que temieron por su vida

Los tres españoles liberados el martes en Irán tras 17 días de secuestro llegaron ayer a Teherán y hoy deben viajar a España. Ya están seguros, pero el cautiverio, como explicó el religioso Cosme Puerto, de 57 años, fue "un calvario en el que creíamos morir todos los días". Los secuestrados explicaron que "la presión psicológica fue humillante" durante la mayor parte del cautiverio. El frío, las noches a la intemperie en las montañas y los continuos traslados completaron la odisea. A pesar del mal trago, Puerto confesó que volverá a Irán: "Me he quedado con ganas de visitar Persépolis".

Los turistas españoles -el dominico Cosme Puerto; el religioso Joaquín Fernández, de 70 años, y Pedro García-Die, de 40- llegaron a Teherán cansados tras 17 días de traslados continuos por desierto y montañas, excepto dos periodos de tres y cuatro días que permanecieron en el mismo lugar. Los dos religiosos comparecieron en rueda de prensa sonrientes y con ganas de relatar lo ocurrido. Sin embargo, García-Die, al igual que el italiano Massimo Catabriga, se mostró serio y se limitó a agradecer a las autoridades españolas y a las iraníes las gestiones hechas para lograr su liberación."Me siento como una estrella de fútbol", decía Joaquín Fernández -el único de los liberados que mantenía la barba que creció durante el cautiverio- al encontrarse en el aeropuerto de Teherán con una comitiva de recibimiento que incluía diplomáticos españoles e italianos, autoridades locales y numerosos periodistas. Fernández contó que, durante el secuestro, "la comida diaria era pan, pinchos de cordero y té", y que "esa gente, que era un verdadero ejército, la mayoría muy jóvenes y armados hasta los dientes, se drogaba sin parar y nos ofrecía [opio] a cada rato". Ese ejército les encañonó en repetidas ocasiones con sus metralletas, desde el primer día, cuando les taparon los ojos y los metieron en los maleteros de varios vehículos.

García-Die sí habló en comunicación con el informativo Hora 14 de la cadena SER. Relató cómo, en los primeros días, recibieron "bastante maltrato, sobre todo para el padre que viene con nosotros; el señor Joaquín recibió malos tratos para una edad tan avanzada como la suya". Este informático de 34 años de edad confesó haber temido por su vida, "aunque otros miembros del grupo no". "Cuando nos dijeron que no nos iban a matar, que no era ésa su intención, pues entonces nos tranquilizamos, pero luego, en uno de los traslados, yo, personalmente, lo pasé un poco mal, porque pararon para recoger una especie de furgoneta que tenían en el desierto y entonces sacaron unas palas, y a mí, francamente, aquello me olió fatal. Pero luego no pasó nada, gracias a Dios", explicó el más joven de los liberados.

"Frío insoportable"

Todos ellos coincideron en que el momento más duro de cada jornada era el de buscar cobijo del sol durante el día. En la noche, como explicó Joaquín Fernández, "el frío era insoportable". Los cuatro europeos dormían juntos y con una sola manta. Pedro García-Die también señala la incomunicación como uno de los problemas fundamentales durante el cautiverio. "Tuvimos que echar mano de mucha mímica, mucha paciencia". Los secuestradores también utilizaron los gestos, pero para engañar a los rehenes. "Nos dijeron dos veces que nos iban a liberar y, evidentemente, las dos veces fue mentira y, hasta el día que no nos lo dijeron, fue cuando nos liberaron", explicó García-Die.

La libertad llegó el martes. "Nos llevaron a una zona poblada", explica Fernández, "a una casa, donde oíamos una voz de mujer, la primera desde el principio del secuestro, y había niños. Al oscurecer, nos metieron en una camioneta y, después de un rato, nos hicieron pasar a un coche, que resultó ser el de la policía [iraní]". El italiano Catabriga contó en Teherán que, en el momento de la liberación, ellos no presenciaron ningún tipo de intercambio de personas, tal y como exigían los secuestradores, que pretendían que las autoridades iraníes dejaran en libertad a dos de sus jefes. La banda dejó claro a los secuestrados que no querían "sus dólares". "Lo único que conseguimos entender era que a dos de los suyos los habían cogido y que nos querían cambiar por dos de ellos", dijo Pedro García-Die.

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"Recuperados, sanos y felices de volver a estar libres", los tres españoles tienen previsto llegar hoy a España. Los dos religiosos, a Madrid, vía Roma, y el informático, a Barcelona, donde reside. El dominico Cosme Puerto no descarta volver a Irán. Ayer explicaba en Teherán: "No he visto nada y me he quedado con las ganas de visitar Persépolis. A lo mejor el año que viene...". Su último día en Irán, de hecho, tuvo un componente turístico. El personal de la embajada los acompañó en un paseo por la capital.

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