Rivaldo
Rivaldo se ganó en El Sardinero una segunda reunión con Núñez, ya sea en la clínica, en la empresa o en el club. Núñez dirá dónde le recibe. Ejercer de presidente no sólo consiste en exhibir los contratos sacados a empresas que pleitean por los ingresos atípicos sino que exige resolver asuntos domésticos tan viejos como el mismo fútbol. Rivaldo quiere más dinero, y a la que llegó de Brasil preguntó que qué había de lo suyo, pues parece que lleva tiempo discutiendo la mejora de su contrato. Le han respondido que juegue tranquilo y que, mientras, procure marcar goles.El domingo metió uno primoroso, de los que a él le gustan, por el callejón del 10: amago y finta, recorte y remate al ángulo largo, imposible para el portero. Una vez se hubo reivindicado, le dio aún tiempo a seguir las consignas del técnico en bien del equipo, y pegado a la banda, como un extremo izquierdo, centró al segundo palo para la llegada de Cocu, infalible.
Ha cumplido Rivaldo, así que no necesita dejar recado. Le toca ahora a Núñez poner día y hora.Le asiste al presidente parte de razón en no conceder al jugador cuanto pida. Basta que un futbolista marque un gol para que encuentre un buen agente, un cierto soporte mediático y entonces aparece una oferta y una contraoferta, y el culebrón se salda con un buen contrato hasta que marca otro gol. Y vuelta a empezar. El chantaje puede ser eterno. El caso se agranda si el protagonista es Rivaldo, no sólo porque compite por ser el mejor sino por la dependencia que el Barça tiene de su juego y sus goles.
Rivaldo no puede ser atendido como cualquier otro. Le avala su currículo y la política salarial del club. Núñez ha contratado a varios extranjeros con la carta de libertad, pero a cambio ha incluido en sus contratos una prima de fichaje millonaria, de tal manera que gente como Litmanen cobra mucho dinero. No hay, por otra parte, una escala salarial que permita pagar a cada uno en función del peso que tiene en el equipo como cuando en tiempos de Cruyff los extranjeros cobraban aparte y el hincha entendía que un equipo se formaba con jugadores nacionales y tres o cuatro foráneos que marcaran la diferencia. Hoy los jugadores pasan del camerino al despacho presidencial, y cada uno sale con su contrato arreglado. Un día es Figo, otro Luis Enrique, al tercero Sergi y ahora Rivaldo.
El negocio, el capitalismo puro, fomenta el individualismo y ahora ya nadie habla de primas sino de su ficha. Y ahí Rivaldo es el más rentable. No sólo en comparación con otros, como Ronald de Boer o Zenden, sino porque ha contribuido a ganar dos Ligas y ha metido 58 goles en 101 partidos. No se escaquea -se ha perdido sólo 10 encuentros-, es el único que sin jugar en su puesto no tiene recambio -sobran medias puntas y falta un 11- y cuenta con la estima del aficionado por defender el sentido natural del fútbol frente a la previsivilidad del técnico. Tal como se ha puesto el fútbol, presidido por un crecimiento desorbitado, Rivaldo lleva en este momento la delantera, pues mañana, en cuanto no marque, entonces irán a por él. Es la ley del fútbol de hoy.
Quien no sabe tratar a las figuras no sirve para defender el fútbol como negocio. Y Rivaldo es el problema y también la solución.
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