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Reportaje:

La catalana alzó el pie del acelerador

La catalana de padres alicantinos Soledat Picó ha aprendido a vivir relajadamente en la tierra de sus progenitores. En Barcelona vivía con la prisa que impone el ritmo frenético de las grandes urbes. Desde que eligió Alicante como lugar para vivir por su ascendencia "y por la fuerza del destino", Soledat ha levantado el pie del acelerador, ha aprendido a ver pasar la vida en vez de utilizarla como pista de carreras. "Tampoco somos tan diferentes los catalanes y los valencianos", afirma. "Estamos imbricados en muchas cosas. Lo que hay son tópicos sobre la forma de ser de los catalanes y la de los valencianos, pero no puedes marcar una frontera", argumenta. Sí admite, sin embargo, que "hay un sustrato más lúdico aquí que allí". Con un pie firmemente asentado en la Comunidad Valenciana, pero con el otro sin dejar de bailar en Cataluña, Soledat considera que se ha adaptado bien a Alicante. "Me he empapado de la alegría de vivir de los valencianos, que tienen mucho sentido del humor", señala. También asegura haber adoptado el hábito de las largas conversaciones y haber aprendido a aprovechar el tiempo. Pero hay cosas que una catalana no puede olvidar: "soy bastante organizada", asegura. Soledat venía a Alicante todos los veranos, pero empezó a vivir aquí a los 17 años para estudiar la carrera de Medicina. En este tiempo, ha notado cambios. "Los valencianos, y más los de Alicante, se han tomado sus relaciones con la gente que invade esta tierra periódicamente de forma más relajada. Antes entablaban conversaciones muy largas, y ahora cada uno va a la suya", destaca. Respecto al manido tema de la lengua, Soledat no quiere polemizar. "¡De la Iglesia ni hablamos!", bromea. Ella, que reconoce que ni mucho menos habla un catalán perfecto, ve fundamentalmente diferencias léxicas, palabras que no se utilizan a ambos lados del Sénia. "Encuentro que es lo mismo, pero hay una particularidad en los vocablos de esta zona", resume. Lo que más le gusta. "El carácter generoso de la gente de aquí", dice Soledat, refiriéndose a la capacidad que tienen los habitantes de una comunidad tan turística de acoger a la gente de fuera. Otro rasgo de la personalidad de los valencianos que le llamó la atención fue su capacidad para ver pasar el tiempo. Asimismo, se declara atraída por el paisaje, la luz y lo dados que son los valencianos a las relaciones humanas. "Existe una sensualidad muy acusada, si no en las relaciones, sí en aspectos como la música. Los aromas también son diferentes, a lo mejor por el clima", expone, y se declara firmemente atraída por todo lo que entra por los sentidos. Lo que menos. Que se descuide el interior de la Comunidad Valenciana por vivir demasiado de cara al mar. También nota una tendencia excesiva al sedentarismo. "Quizá se deba a la climatología", especula. En todo caso, aclara que las cosas que le gustan pesan mucho más que las que no, y cita un aspecto que no le molesta, aunque no comprende, y es lo mucho que divagan los valencianos a la hora de tomar una decisión. "Es parte de su idiosincrasia", concluye. Lo que más le sorprendió al llegar. El ritmo. "Los comercios los abrían antes y, en general, todo se adelantaba para acabar antes", señala, aunque admite que es una costumbre que ahora se ha atenuado. Así nos ve. De carácter generoso, alegres, con capacidad para relacionarse y acoger al forastero. Son rasgos que considera comunes a los valencianos de las tres provincias, pero que se acentúan conforme se avanza hacia el sur.

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