Tomate
DE PASADAA Óscar P. S., de 18 años, le disuadió una lata de tomate. Intentaba atracar un supermercado granadino cuando un cliente que se encontraba en el establecimiento se defendió arrojándole latas de todos los tipos y todas las marcas, pero de tomate. No de espárragos blancos, melocotón en almíbar o aceitunas sin hueso. No. De tomate. Óscar y sus compinches, unos mendas de 17 años, tuvieron que salir huyendo. Pocos días después los ligó la pasma. Está comprobada la capacidad agresiva del tomate. En Bunyol, Valencia, la gente, para atraer turistas, se ha inventado la Tomatina, una de las fiestas más estúpidas e insolidarias del planeta: miles de personas, japoneses incluidos, se dedican durante horas a lanzarse unos a otros tomates bien maduros y a convertirse en ensaladas vivientes, refocilándose, como diría Cervantes, en el lodo rojo y pulposo, en una pasta carmesí. Mientras, a hora y media de avión desde Bunyol, en Kosovo, o a cinco horas, en Sierra Leona, en Liberia, en Sudán, hay gente que cogería una indigestión comiéndose sólo uno de esos tomates. Y es que en España no hay miseria, oiga. Que somos el Mundo Norte. Ya lo cantaba Mick Jagger: "La guerra y los niños están a un disparo de distancia". ¿Por qué en lugar de tomates no se arrojan latas de tomates, que tienen más contundencia? ¿O boñigas de vaca, que tienen más fundamento, según Karlos Arguiñano? ¿O por qué no hacen como esa gente de Motril, que va a bañarse a diario a la Playa de las Azucenas, la única en toda Andalucía en la que está prohibido meterse en el agua, porque es un desagüe de las alcantarillas y en ellas flota de todo? Eso sí que sería enlodarse a gusto. Lo de Bunyol es una buena metáfora de las cosas. Los ricos se arrojan unos a otros sus abundancias, ya sea tomate, café o cocaína, mientras los pobres se arrojan palos, piedras, balas o bombas. Cleopatra se bañaba en leche de burra y Elvis Presley tenía en su casa una fuente de la que, en lugar de agua, fluía Coca-Cola. En un pueblo de Sevilla que no quiero mencionar, con el anuncio de una sequía terrible en nuestras narices, en lugar de tomates, se arrojan hectómetros y hectómetros de agua. En Marbella tienen a Jesús Gil en grandes cantidades. Que los ricos de la jet se lo tiren unos a otros. JESÚS ARIAS
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