_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Viejos

La alegría de vivir. Puestos a ser cínicos, el asilo de Dos Hermanas no podía tener mejor nombre: La Alegría de Vivir. Un título positivista, juvenil, como de moda primavera-verano para lucir el palmito por las pasarelas de la vida. La alegría de vivir. Si se le va un poco la mano al luminaria que dio con el nombre lo mismo bautizaba al albergue como La Chispa de la Vida. Estos bandidos son así de imaginativos con la semántica de la tortura. Eligen un nombre refrescante, vitalista, casi rozando el larguero del hedonismo y luego, cuando atraviesas el umbral del porche y te internas en la realidad, en el albergue se está escribiendo un capítulo más de la historia universal de la infamia. En Dos Hermanas la realidad ha superado a Borges. Sales de La Alegría de Vivir y te colocan, como un baúl ajado, artrítico e inoportuno, en otro albergue con advocación de Martes Santo para sobrellevar la penitencia del último tramo de la vida: El Dulce Nombre. Qué miedo da el nomenclátor. Cuántas bofetás da la existencia. Y todo por un puñado de pesetas y por un quítame de encima al viejo. Nuestros viejos van camino de superar el desconsuelo del perro del verano. ¿Recuerdan aquella campaña publicitaria? Un perro abandonado en mitad de la carretera, compartiendo su vulnerabilidad con la mala estrella de un fatal destino, y una voz en off diciendo: "Él no te hubiera abandonado". A nuestros mayores los escondemos en albergues insoportables que camuflan los malos tratos con los nombres más idílicos. Los hemos condenado a vivir el último sorbo de la vida como si fueran los perros del verano. Solos, desesperanzados, olvidados por aquéllos a los que le dieron sangre y apellidos. Ellos nunca nos hubieran abandonados. Los viejos nos estorban. Ocupan un lugar en el espacio de la VPO igual al volumen del tiempo que han vivido. Nuestros hogares no soportan viejos; en todo caso antigüedades. Y así las cosas no sería desafortunada la creación de una sociedad protectora de viejos, como las que salvaguardan a las ballenas, las focas y al lince de Doñana. El Inserso los lleva a Mallorca. Pero estamos enseñándoles a nuestros hijos el peor atajo para llegar al final del viaje, que estará también en La Alegría de Vivir o en el Dulce Nombre. En definitiva, en una pesadilla enjambrada de hormigas.J. FÉLIX MACHUCA

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_