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Tribuna
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El ilegal

Manuel Rivas

Este verano, el Vaticano ha lanzado varios scoop informativos que trastornan de arriba abajo el paisaje mental del Universo. El Cielo no es un lugar. El Infierno no existe. El Demonio ha sido derrotado. Lo más curioso es que cualquiera de esas afirmaciones papales, que subvierten la cosmogonía de la infancia del mundo, y desde luego la mía, ha provocado menos reacciones que la crisis de la Coca-Cola. La derrota del Diablo no ha merecido más que un suelto en páginas de Sociedad, con mucho menor relieve que la faena del matador Frascuelo en Las Ventas. Es sorprendente. Por una palabra de más o de menos sobre estos asuntos ha habido tremendas trifulcas teológicas, guerras, inquisiciones, tormentos e incluso algún suspenso en Religión. Por Dios, ¿dónde está el Libro de Reclamaciones?No dudo de la autoridad del Santo Padre, pero en estos casos los periódicos han difundido las noticias acríticamente, incumpliendo las normas de estilo. Por ejemplo, y en cuanto a la derrota de Satanás, nadie ha contactado con la otra parte. Por prurito profesional, yo lo he intentado. El amigo Quico Cadaval, que es cuentacuentos, me dijo: "Mira, tú marcas el prefijo internacional, luego el 666, ¡y a ver si hay suerte!". Pero sale la sintonía de Star Wars, luego una carcajada tipo Jack Nicholson y un lacónico mensaje en inglés, seguido de un nítido "¡Manda carallo!" en gallego. Debe estar haciendo el Camino de Santiago.

A lo que no hay derecho es a negar la existencia material del Infierno. Creo que es una falta de consideración: hay cabrones que se han ganado el billete a pulso. Además, el concepto de Infierno nació asociado con un lugar físico. Era el vertedero de basuras de la antigua Atenas. ¡Y cómo ha crecido el vertedero! Se calcula que en la sociedad industrial se producen, en conjunto, tantos residuos al día como el doble del peso de las personas que lo habitamos. Así que existe el Infierno, un gran basurero disperso con sus chimeneas de incineración escupiendo dioxinas al cielo. ¡Ah, el Cielo! A veces, Cielo e Infierno se unen como si fueran la quilla y la popa de una patera. Y Dios es como un hombre, ese ser extraño y débil como una brizna de hierba, que rema con los brazos. Ésa es la última noticia, todavía no difundida por el Vaticano: Dios no tiene papeles. Es un ilegal.

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