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Entrevista:

"Madrid es la puerta a Europa de pequeñas bandas colombianas"

Al general Luis Enrique Montenegro Rinco, de 56 años, agregado policial de Colombia en Europa, nunca se le olvidarán los miles y miles de muertos que en su momento (finales de los años ochenta y mediados de los noventa) dejó la sangrienta época del narcoterrorismo en su país. Años en los que un solo hombre escribió la sangrienta historia de Colombia: Pablo Escobar Gaviria, el narcotraficante más temido del planeta."Él pagaba un millón de pesos (100.000 pesetas) por cada policía que asesinaran los sicarios. Eso fue terrorífico y muy grave, sobre todo por las bombas que puso en Colombia", recuerda Montenegro sentado en el sillón de la enorme oficina en la que trabaja en Madrid.

Como agregado policial, el general Montenegro es el representante de las autoridades colombianas que más información maneja sobre los delitos de los que se acusa a muchos colombianos en España, sobre todo en Madrid. "El problema es grave; no es que las autoridades persigan a los colombianos porque sí, es que hemos dado la oportunidad para que eso sea así", reconoce Montenegro con su marcado acento bogotano.

Desde que llegó a Madrid para ocupar su cargo, el pasado mes de noviembre, las primeras noticias que recibió sobre la actividad delictiva de ciudadanos colombianos en la capital se refería al robo de joyerías y pisos. "En algún momento, los colombianos nos hemos llegado a constituir en una alarma social para los joyeros, pero creo que ha habido acciones en las que la policía española ha capturado a muchos implicados. Eso demuestra que se ha hecho un gran trabajo para bajar el índice de delitos de esta clase", señala Montenegro.

El agregado colombiano coincide con fuentes de la Delegación de Gobierno que aseguran que en Madrid no puede hablarse de mafias ni de organizaciones poderosas de origen colombiano. Son, como él afirma, "grupos pequeños que ven la oportunidad de actuar en España por el idioma y porque es la puerta de entrada a Europa". La sede de éstas pequeñas "bandas" suele ser Madrid. Algunas veces, los miembros de estas organizaciones son familiares entre sí, y en su mayoría son hombres y mujeres de 20 a 25 años. "Las chicas, muy bien vestidas y guapas, son las que llevan a cabo la labor de inteligencia, que consiste en entrar a las joyerías, coquetear con el dueño y ver la posibilidad de cometer el atraco. Luego ponen en conocimiento de la situación a sus cómplices y preparan el golpe", explica el general Montenegro.

La mayoría de los implicados en atracos a joyerías y pisos no llegan directamente a Madrid, según afirma el agregado colombiano, sino que lo hacen desde Holanda, Francia o Bélgica para no levantar sospechas.

En los casos de delincuencia común, es decir, atracos, tirones callejeros y robos a joyerías, los colombianos actúan solos, según Montenegro. "En situaciones así no buscan cómplices españoles, actúan con personal propio. Ya cuando se habla de narcotraficantes, boleros (aquellos que transportan estupefacientes en el interior del cuerpo) y lavado de dinero, hay alianzas con españoles, pero a mí sólo me compete lo que tiene que ver con los colombianos", afirma.

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Las palabras de Montenegro suenan tan duras cuando recuerda lo que fue la época del narcoterrorismo en Colombia y el especial empeño de la policía en desarticular los carteles de Medellín y de Cali, como cuando se refiere a la delincuencia colombiana que actúa en Madrid. "De ninguna manera se puede consentir que los colombianos cometan fechorías aquí. Las autoridades españolas no pueden quedarse sin hacer nada y nosotros tampoco", sentencia.

La otra gran preocupación del general se centra en los ajustes de cuentas que en los últimos meses sacudieron las calles de la capital. (Dos hombres fueron degollados el pasado mes de marzo en el número 18 de la calle de Orense, en Tetuán, y uno más murió a finales de julio, tiroteado en el rellano de su casa, también en Tetuán). El general reconoce que en ambos casos se trata de "cuentas pendientes". Los dos crímenes de Tetuán estaban relacionados, y, según Montenegro, se trata de una incipiente banda de lavado de dinero que opera en Madrid y en cuyo interior se han presentado desavenencias zanjadas con las balas. "Sobre ese caso no he vuelto a hablar con la policía española, pero las investigaciones continúan", indica.

Sin embargo, los últimos sucesos por ajustes de cuentas en los que se han visto implicados ciudadanos de nacionalidad colombiana no constituyen, según Montenegro, pruebas de que "el sicariato" vaya a "instalarse en Madrid" (los sicarios son los asesinos a sueldo de los carteles de la droga). "Estamos de acuerdo con el delegado del Gobierno Pedro Núñez Morgades en que no se trata de mafias o de grandes organizaciones. Lo que no se puede negar es que son ajustes de cuentas, porque si degüellan a un hombre o lo torturan no es porque sea un santo varón", apunta el agregado.

La banda de lavado de dinero que actúa en Madrid, afirma Montenegro, es una organización "incipiente" cuya misión es blanquear el botín procedente del narcotráfico. "Lo que sabemos es que reciben el dinero en Madrid y hacen sus operaciones a través de Miami para que el dinero llegue limpio a Colombia", señala.

Mientras hace un relato pormenorizado de las actividades ilícitas de sus compatriotas en Madrid, el general Montenegro aprovecha para explicar la lucha que llevan a cabo la policía colombiana y la española para contrarrestar la delincuencia común y la organizada. "Tenemos una vinculación muy estrecha con la policía española. Cuando hay casos en los que están implicados ciudadanos colombianos, nosotros gestionamos con la Policía de Bogotá y con el DAS (el departamento de seguridad de Colombia) para averiguar los antecedentes de los sospechosos, y así fortalecer las pruebas judiciales".

En lo que va de 1999 han sido detenidos en Madrid 330 ciudadanos colombianos, la mayoría de ellos por tráfico de droga, que en muchos casos se traduce en los llamados boleros, culeros o mulas, como se conocen en Colombia. Ese fenómeno, asegura Montenegro, tiende a disminuir, aunque todavía tiene dimensiones "alarmantes". De los 330 detenidos este año en Madrid, 140, entre hombres y mujeres, se han visto implicados en asuntos de drogas. La mayoría ha entrado por la capital. "De cinco mulas que se cogían en los vuelos de Colombia ahora escasamente se detiene a una. Eso se debe en gran parte a los férreos controles que hay en los aeropuertos de Colombia y a las capturas que se producen aquí", señala Montenegro.

El otro factor que, dice, ha disminuido el número de boleros es la "agresiva" campaña publicitaria que se lleva a cabo en Colombia a través de la Embajada colombiana en España. En ésta se explica a los "potenciales" delincuentes lo que les espera aquí si son detenidos. "Tratamos de decirle a la gente que las cárceles de España no son suites, que se enfrentan a penas de nueve años y que no habrá ninguna contemplación para ellos", explica el representante de la policía colombiana.

El general Montenegro expone una verdad tan evidente como antigua: "Es importante detener a los boleros, pero lo es mucho más capturar a las organizaciones". Por eso confiesa que su principal sueño antes de culminar su trabajo en España, el próximo noviembre, es desarticular una de las organizaciones que introducen colombianos con cocaína en el estómago. "Estamos trabajando en ello. Incluso hemos pensado, con la policía española, dejar pasar a un bolero en Barajas; seguirlo hasta el hotel y detenerlo cuando lo reciba su cómplice. Así podríamos saber quién es su contacto en España y quién en Colombia".

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