Una multitud quema vivos a cinco ladrones en Guatemala tras perseguirles tres días
Esta vez no fue un acto espontáneo, producto de la indignación popular. El linchamiento de cinco presuntos delincuentes el lunes a manos de una turba enfurecida en la provincia de Quiché (215 kilómetros al noroeste de Guatemala) fue un "acto organizado", según las autoridades, que incluyó tres días de una cacería humana sin precedentes. Tras la persecución, cinco personas, entre ellas dos muchachas de 17 años, fueron golpeadas brutalmente con machetes y quemadas vivas. El obispo de Guatemala, Mario Ríos Montt, atribuyó la salvajada a la impunidad que reina en el país.
El linchamiento del lunes en Zacualpa ha sido el más espeluznante de los registrados en Guatemala en los últimos tiempos y supone un agravamiento cualitativo de esta práctica de justicia popular, que en lo que va de año ha costado la vida a 45 personas y heridas de diversa gravedad a 46 más, de acuerdo a estadísticas proporcionadas por la Misión de las Naciones Unidas para Guatemala (Minugua).Las dos jóvenes, Teresa Mendoza y su cuñada Elena Gimón, habían acudido a Zacualpa para pedir la liberación de Carlos Gimón, esposo de Teresa y hermano de Elena, detenido un día antes por las masas y entregado a la policía como presunto delincuente, según las autoridades. La acción desató la furia popular y en la orgía de sangre que siguió, ambas jóvenes, junto con otros tres hombres, acabaron perdiendo la vida.
El incremento de los casos de linchamiento se remonta a enero de 1996 y de acuerdo a sociólogos y psicólogos, que pretenden explicar el fenómeno, tiene varias causas.
Causa del fenómeno
La causa más inmediata, la inoperancia de la justicia en Guatemala, que permite a los delincuentes salir de la cárcel por motivos difíciles de comprender para parte de la sociedad como, por ejemplo, la incapacidad de los policías para levantar un parte con fundamento, lo que deja a los jueces atados de manos a la hora de intentar condenar a los delincuentes.También ocurre que los linchamientos, con excepción de la capital guatemalteca, han ocurrido con más frecuencia en las zonas donde la guerra entre el Ejército y la antigua guerrilla alcanzó sus más altas cotas de ferocidad. Se trata de zonas donde las matanzas de la guerra fueron cosa común y, en consecuencia, se perdió el respeto por la vida.
Todo ello sin olvidar que son lugares donde los índices de pobreza alcanzan niveles infrahumanos, de tal forma que un pavo o una gallina constituyen el único patrimonio de una familia y su robo les priva de todas sus propiedades y desata una furia difícil de contener.
La suma de todos estos factores desató la tragedia del lunes. Los cuerpos de las víctimas yacen en el hospital regional de Joyabaj, a unos 12 kilómetros de donde ocurrieron los hechos, sin que las familias se atrevan a reclamarlos, porque temen correr idéntica suerte. La noche local del martes (madrugada de ayer en España) un fuerte contingente policial se había hecho presente en el lugar y, en principio, había tomado el control de la situación. Tras levantar acta, la policía se comprometió a patrullar para evitar que la ola de asaltos continúe como hasta ahora.
Cifras macabras
Según cifras de la Misión de la ONU para Guatemala, en enero se produjeron 20 casos de linchamiento o de intento de hacer justicia por cuenta propia, con un saldo de ocho muertos.En febrero se lograron neutralizar 21 linchamientos, mientras que no existió ninguno en marzo, y en abril se evitaron dos.
En mayo se registraron nueve intentos, con el resultado de 11 muertos y otros tantos heridos, pero los peores meses fueron los de junio y julio, con 54 casos que dejaron 21 muertos y 35 heridos. Una frase del obispo auxiliar de Guatemala, Mario Ríos Montt, el sucesor del asesinado Juan Gerardi al frente de la oficina de derechos humanos del arzobispado, refleja fielmente la gravedad de esta situación: "Llevamos 40 años de impunidad y violencia en Guatemala. Los guatemaltecos sembramos violencia y muerte y estos son los frutos que estamos cosechando".
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