El espíritu de Cascorro
La noticia de que Aznar piensa apurar hasta las heces su primer mandato y convocar las elecciones generales a comienzos del mes de abril ha tranquilizado los ánimos de los seguidores del Panamá (Partido Nacionalista Madrileño), que andaban algo apurados de tiempo confeccionando sus listas y sus programas.El secretario general y candidato in péctore de esta formación, Cayetano Pacheco Corrales, es un mancebo de botica jubilado que sintió nacer su vocación nacionalista cuando en 1992 quedó relegado al segundo lugar en la elección del Don Hilarión de las fiestas de La Paloma, y vio cómo un agente de seguros de Bilbao, casi recién aterrizado en Madrid, se llevaba del bracete a las señoritas elegidas como Casta y Susana, respectivamente, en la misma quermés, o kermesse, según la grafía que propone la comisión lexicográfica del partido, en su diccionario cheli-español, español-cheli, en vías de elaboración.
La indignación del frustrado Don Hilarión aumentó considerablemente cuando se enteró de que Merceditas Cañete Morales, Casta 92, aunque trabajaba en una castiza peluquería de Lavapiés y se le habían pegado el acento del foro y algunos de sus modismos, era natural de Cantalejo, en la provincia de Segovia. Tampoco estaban las cosas del todo claras en cuanto a la madrileñidad de la Susana, Milagros Belinchón Durán; al parecer, nadie había verificado los datos de su carné de identidad, tal vez por una cuestión de cortesía mal entendida, y aunque en su inscripción aparecía como natural de Torrelodones y de profesión relaciones públicas, el hecho de que diese como domicilio habitual una pensión de la calle Torrecilla del Leal, junto a Antón Martín, podía dar pábulo a suspicacias.
Un conocido de Cayetano que formaba parte del jurado y que aseguraba haberle votado, trató de explicarle los argumentos que habían esgrimido sus colegas para elegir al vasco y que giraban en torno a su impecable caracterización, su bien cortada levita, su chaleco con leontina y reloj de oro, su deslumbrante chistera de mil reflejos, sus pobladas barbas naturales del color de la plata y el toque chic de aquel monóculo que manejaba con desenvoltura.
El traje de paño negro de Cayetano también brillaba, pero por el desgaste de los años, y su chistera artesanal relucía con los chafarrinones de la última capa de pintura, y además sus barbas postizas daban el cante y le hacían aparecer como un Papá Noel de luto en el mes de agosto. Pero los puros también habían tenido algo que ver, los habanos con los que el corrupto aspirante a Don Hilarión había sobornado a todos los miembros del jurado, incluido su presunto amigo y valedor, que se lo estaba fumando.
Cayetano Pacheco Morales estuvo a punto de perder la cabeza aquella noche, a punto de dar el mitin y montar el motín. Ebrio de indignación y latigazos de Chinchón de la Alcoholera, patriótica bebida castiza, Cayetano trató de subir al escenario y tomar el micrófono para denunciar el expolio, uno más entre los que a diario se perpetran sobre los pacíficos aborígenes madrileños siempre sometidos al yugo extranjero.
Por fin consiguió pararle los pies su amigo Ramón Pellejero Martínez, propietario del Mesón de la Corrala, sito en la calle del Amparo, que, vivamente interesado en la tesis del expolio que Cayetano había esbozado a gritos esa noche, no tardaría en ceder uno de los salones de su establecimiento como sede de aquel embrionario grupo nacionalista.
Pellejero, hoy número dos y tesorero del Panamá, pertenece a la línea dura del partido y propone endurecer la ley de extranjería y, sobre todo, "desislamizar" el barrio de Lavapiés: "No soy racista ni xenófobo", suele afirmar, "soy tabernero, y temo por el futuro de mi negocio, porque ya me contarán qué pinto yo vendiendo vino, cerveza, torreznos, morcillas o chorizos a la sidra en un barrio musulmán".
En el ala moderada se lo plantean desde el punto de vista cultural y creen en la inmersión lingüística y en la formación de un espíritu nacional que reivindique entre sus señas de identidad a don Carlos Arniches, a don Benito Pérez Galdós, a don Santiago Bernabéu y a Eloy Gonzalo -héroe de Cascorro, cuyo proceso de beatificación acaban de enviar al Vaticano-, a Luis Candelas y a Ramoncín, al que algunos quieren ofrecer un puesto en las listas del partido.
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