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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pujol, desde el Sinaí

EN SEPTIEMBRE de 1995, Jordi Pujol citó a la prensa en el Palau de la Generalitat y convocó las elecciones catalanas, leyó el decreto y justificó el adelanto de las mismas. Ayer, para anunciar la celebración de elecciones autonómicas el próximo 17 de octubre, innovó en la escenografía con un anuncio vicario, a través de su consejero de la Presidencia, que desmerece la solemnidad institucional que tradicionalmente ha tenido un anuncio de esta envergadura. Pujol subió al Aneto y desde allí llamó al presidente del Parlamento catalán para comunicarle que disolvía la Cámara. Mientras, en la Generalitat, Trias cumplía con el trámite de comunicarlo a la ciudadanía. Con este gesto, Pujol ha confundido el anuncio con su primer acto de campaña, una conducta muy impropia y que perjudica la dignidad de la institución que preside.Pujol, desde el Aneto, vestido de ágil excursionista, ha querido dar réplica a uno de los argumentos de la oposición: que está mayor. Esta astucia, sin embargo, transmite sobre todo una novedosa impresión de nerviosismo. La novedad radica en que los pronósticos demoscópicos no garantizan la victoria, y mucho menos holgada, de la coalición nacionalista. El candidato socialista, Pasqual Maragall, ha logrado que su contrincante altere la rutina institucional, lo que no deja de ser un síntoma de cómo encara CiU la cita electoral.

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Pujol convoca las elecciones catalanas para el 17 de octubre

Pero una cosa es cuándo se hace pública la convocatoria y otra desde cuándo lo sabía el propio Pujol. Lo sucedido los últimos meses hace pensar que la fecha estaba calculada con antelación. CiU apresuró el cierre de la comisión del lino para quedar libre de cara a un enfrentamiento inevitable con el PP, que, aunque sea en parte ritual, es vital para el discurso de Pujol.

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La oposición pidió prolongar el mes de julio la vida parlamentaria catalana para evitar que las vacaciones y la disolución dejaran al Gobierno catalán impune al control. CiU sólo aceptó un pleno extraordinario para aprobar la ley de las selecciones catalanas, pedida por muchos ciudadanos a través de una iniciativa popular, pero desoyó a esa misma ciudadanía no agilizando una ley para regular los residuos, igualmente reclamada por el mecanismo de la iniciativa cívica. El cerrojo al Parlamento antes de que sus diputados regresen de vacaciones permite a CiU evitar incómodas preguntas sobre su gestión y dejar en la bandeja promesas legislativas que ahora se descubren como brindis al sol.

El mensaje que indica que estas elecciones son las últimas de Pujol como candidato ha llegado nítido a la ciudadanía a través del aparato convergente, transmitiendo la idea de convertirlas en un plebiscito de despedida. Pero no todo está bajo control. El conflicto con Unió se ha vuelto a hacer visible. No sólo porque Duran Lleida ocupará un desplazado octavo puesto en la lista -para evitar lecturas en clave sucesoria de una colocación como número dos-, sino porque esta misma semana ha vuelto a estallar el eterno debate sobre si conviene la fusión de los dos socios de la coalición, un debate que Convergència ha calentado a pesar de las peticiones del propio Duran.

Maragall, por su parte, encara las elecciones sin haber logrado una candidatura común con Iniciativa y es una incógnita la imbricación final entre el PSC y la plataforma de ciudadanos para el cambio que han de alimentar su proyecto y sus listas. Un proyecto basado no tanto en que una persona piense en cómo debe ser Cataluña, sino en que ésta sea pensada por sus ciudadanos. El duelo personal entre Pujol y Maragall que suponen estas elecciones perjudica inevitablemente al resto de partidos. Las municipales han sido un mal augurio tanto para el PP como para Iniciativa, que pueden verse penalizados por el mecanismo del voto útil, mientras que Esquerra Republicana intentará una equidistancia para que sus electores no sepan, al final, si vota a Maragall o a Pujol.

En cualquier caso, ayer se convocaron las primeras elecciones catalanas presididas por la idea de cambio.

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