La sed de los árboles
Hace ocho años que no tenemos ni bocas de riego ni alcantarillas en todo el barrio Imperial, cerca del paseo de la Virgen del Puerto. Desde que nos salieron con un PAR (aparcamiento para residentes), versión municipal del cuento de la lechera, para hacer viviendas, pero para coches, que es lo único importante para este alcalde que nos ha tocado como una venganza en los 12 años que llevamos diciéndole que no.En 1991 no permitimos que talaran 300 acacias que, según el concejal de entonces, "tenían hongos".
Al perforar el túnel para el aparcamiento, había agua por todas partes porque estamos al lado del río Manzanares. Inutilizaron las bocas de riego y, como consecuencia de ello, todos los años se hunden o revientan las aceras. Viene un ingeniero del Ayuntamiento y declara culpable a la acacia más fuerte y más cercana, y otro experto de parques y jardines la tala al amanecer (tengo fotos de todo). En febrero del 97 amplían la gasolinera de la esquina de la calle de Segovia y el paseo de la Virgen del Puerto, previa tala a media noche de cinco grandes acacias. Pinté en una de ellas un SOS, y eso cantaba mucho. En su lugar plantaron 60.000 litros de gasolina y a su lado una conducción de gas. Alguien de la vecindad me tranquilizó diciendo que 20.000 litros serán sin plomo.
El barrio está asqueroso. Madrid verde y limpio me parece lo mismo que España grande y libre.
Alguna noche viene un camión cisterna con una goma muy larga, pero del grosor de una de gas, y riega las acacias, que se quedan encharcadas porque todos sus alcorques están llenos de cemento. Ahora, en agosto de 1999, seguimos sin solucionar lo de las bocas de riego y alcantarillas. Pero, eso sí, están haciendo una zanja entre las dos filas de acacias, porque hay que meter la televisión por cable.
Está la calle llena de máquinas infernales, cuatro en poco espacio de calle, que producen gases, y se respira con dificultad. Pero es la parte oscura de todo lo que tiene Madrid. Pagamos un millón al mes a quien nos está destrozando la ciudad. Estoy tan indignada de esta ola de cemento que condena a los árboles... Y a los madrileños, ¿qué?, les diría cordialmente.- .
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