ABECEDARIO ANDALUZ Oriente Occidente
A. R. ALMODÓVAR En la Lozana andaluza, de Francisco Delicado, se lee: "Dezime, señor: ¿esas putas son todas desta tierra? -Ay de todas las naciones: Ay españolas, castellanas, vizcaynas, andaluzas, granadinas (...)". Es decir, que a principios del XVI lo andaluz y lo granadino eran considerados ámbitos diferentes, y esto por un cordobés, que estaba, como quien dice, en medio. Todavía hoy, en las conclusiones a una encuesta de las hablas vivas del sudeste español (Universidad de Almería, 1993), se destaca que un cierto número de los encuestados "juzga, sobre todo, muy distantes las hablas de la Andalucía central y occidental, que identifican con el "verdadero andaluz". Pero basta hojear los tomos del ALEA para advertir que los signos utilizados al señalar los diversos rasgos sobre el territorio regional, demarcan casi siempre, grosso modo, dos zonas bien diferenciadas, con algunos complejos fronterizos. Consecuencia todo ello, sin duda, de una reconquista en etapas muy distanciadas y diferenciadas. A lo largo de esta serie, hemos venido marcando esa misma dualidad en diversos niveles del lenguaje: las vocales abiertas del Oriente, frente al sistema más castellano en Occidente; el carácter esporádico de jierro, jembra en el primero, frente al regular, aunque vulgar y en retirada, del segundo; jota más castellana frente a jota suave, aspirada... Se pueden añadir otros: la parte oriental prefiere el diminutivo ico, frente a ito en la opuesta, con alguna presencia del extremeño ino, al noroeste. Multitud de palabras y expresiones: lumbre/candela, perinola/trompo, pipirrana/picadillo, choto/chivo, panocha/mazorca, castrojo/cateto, beber a caño/beber a chorro... A primera vista, este dualismo constituye un escollo para la configuración de ese andaluz culto que venimos propugnando. Pero si examinamos bien el asunto, nos percataremos de que los rasgos discrepantes se refieren en su mayoría a aspectos muy específicos, a coloquialismos, ruralismos, vulgarismos, que se diluyen, o quedan en estado latente, en cuanto se eleva el nivel de uso al de habla culta, urbana y actual. En ese rango apenas subsisten con fuerza diferencial los dos sistemas vocálicos, cuyo mantenimiento, dual, en una norma culta unificada, no plantearía mayores problemas. Por lo demás, las coincidencias o aproximaciones de otros elementos apoyan las bases de esa norma. Así, la aspiración de s final en muchas situaciones comunes; la distinción s/z en amplias áreas, como a lo largo de casi toda la cornisa de Sierra Morena. La autocorrección que muchos hablantes cultos ejercen sobre sus propios usos no prestigiados, como el ceceo, etcétera. En definitiva, que son más las coincidencias y posibilidades de hoy que las discrepancias de ayer. Y por eso, también, Andalucía es una, y no dos.
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