Eugenio de Mora, herido grave
El tercer toro le pegó una cornada grave a Eugenio de Mora. Ocurrió nada más empezar la faena de muleta y fue visto y no visto. Al segundo ayudado le tiró certero un derrote al muslo y le caló. Tras la voltereta se incorporó rápido Eugenio de Mora, pero evidentemente no podía seguir y se lo llevaron a la enfermería. Todo el mundo lo lamentó. "Venía con ganas", decían en el tendido, y seguro que era verdad.Manuel Caballero, que se hizo cargo del toro, también venía con ganas. Y se puso a pegar pases con encomiable denuedo. Que los pases no resultaran ni gustosos ni hondos, ya no resultaba tan encomiable, mas no se va a pedir todo en esta vida. Tras enjaretar tres tandas de derechazos se echó la muleta a la izquierda y hubo en la plaza un estremecimiento generalizado: precisamente el pitón izquierdo había herido a Eugenio de Mora, ¡horror!
Puerto / Caballero, Cordobés, Mora
Toros de Puerto de San Lorenzo, bien presentados, inválidos, aborregados y la mayoría adormilados también.Manuel Caballero: aviso con retraso antes de matar, media estocada caída y descabello (ovación y salida al tercio); pinchazo hondo, rueda de peones -aviso- y seis descabellos (silencio); estocada caída (oreja). El Cordobés: seis pinchazos -aviso con mucho retraso-, dos pinchazos y siete descabellos (silencio); estocada caída perdiendo la muleta (silencio); dos pinchazos, estocada baja y descabello (silencio). Eugenio de Mora: cogido al muletear al 3º, sufre cornada en tercio inferior muslo izquierdo con trayectorias de 15 y 10 centímetros, que diseca el vasto interno y desgarra el músculo sartorio; hemorragia profusa. Pronóstico grave. Plaza de Vista Alegre, 18 de agosto. 5ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Se pudo apreciar, sin embargo, que las intenciones del toro no parecían aviesas. Únicamente le pasaba lo que vino acusando la corrida entera: una borreguez y un aturdimiento temperamental que a veces le impedía comportarse con la docilidad propia de la especie borreguil; y topaba o se paraba husmeando por allí quizá con el propósito de comprobar si andaba solo con sus pesadillas o alguien le estaba toreando.
Estos parones inciertos, que siempre son comprometidos y traen peligro, los aguantó valiente Manuel Caballero e insistió en los naturales, de los que dio tres tandas y luego volvió a los derechazos e incluyó un circular y vinieron los ayudados a dos manos. Vinos asimismo un aviso pues con semejante caudal de pases el tiempo se le acabó echando encima.
El empeño pegapasista de Manuel Caballero requería avisos pues, si no, aún estaríamos allí, en el coso de Vista Alegre, bajo el cielo encapotado; soportando el húmedo bochorno de la tarde oscura, la función espesa y a ratos sórdida que se estaba perpetrando sobre la negra arena del redondel. Menos mal que al público le daba por aplaudir y pedir música, lo cual anima mucho.
La faena de Manuel Caballero avisada antes de concluir tuvo pasajes de bien templados derechazos, otros no tanto, circulares de espaldas, que se han puesto de moda; como las manoletinas. Y el presidente no permitió que sonara la música. Ya explicará el motivo. Pues en el toro siguiente El Cordobés se puso a pegar trapazos, y sacó rápido el pañuelo que ordena tocar a la banda. A lo mejor el presidente es cordobesista y se lo tenía callado. Cuando suceden estas actitudes discriminatorias los presidentes deberían dar explicaciones. Preferentemente por escrito. La afición tiene derecho a saber. Y el torero discriminado con mayor motivo. Manuel Caballero, víctima injustificada de la afrenta, tuvo en el quinto toro una reacción digna. Acababa de empezar la faena de muleta cuando atacó la banda una de las escogidas piezas de variado repertorio. Y la mandó callar. "Las músicas para el gato". Y, sin necesidad de música ni nada, cortó la una oreja. Se la cortó a un borrego mustio aquejado de una debilidad que le afectaba de cabeza a rabo. La faena transcurrió interminable, ya puede imaginarse. La inició con una tanda de redondos de excelente factura: mandones, suaves, ligados; todos esos atributos, en fin, que dotan las suertes de inmarcesible belleza. Y la continuó mediante un profuso y difuso muleteo a destajo en el que no faltaron los derechazos, los izquierdazos, los circulares, de nuevo los pases de espaldas... Y cayó la oreja.
De pasó derrotó al musicado El Cordobés en todos los frentes. Aunque, en realidad, El Cordobés venía ya con la derrota asumida. El peor toreo -desganado, destemplado y tosco- y unas tabernarias formas estoqueadoras empleó con los tres ejemplares que le correspondieron, muestra repulsiva todos ellos de la ruina animal.
Que esa es otra: los toros; inválidos y borregos. Y, encima, mandaron un torero a la enfermería.
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