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Reportaje:

EL MÉDICO EN CASA La tapa debe tomarse caliente

La regla de oro para evitar intoxicaciones alimentarias es lavarse las manos antes de tocar los alimentos. Lo mismo hay que hacer con cualquier utensilio que vaya a entrar en contacto con ellos. Y en el frigorífico, cada cosa debe estar en su sitio. A 37° centígrados los gérmenes viven estupendamente en las personas; prueba de ello es cómo se multiplican haciéndolas enfermar. Igual les ocurre a los alimentos; por eso, a medida que a un producto se le somete a una bajada de temperatura, las bacterias pierden fuerza. "A 4° se ponen la bufanda, y se disponen a esperar una mejor ocasión", dice Antonio Hernández, coordinador del Área Alimentaria del Distrito Sanitario de Macarena Carmona, en Sevilla. "Y desde ahí, hasta los -20°, momento en que se produce la congelación, ocurre lo que se denomina la cadena del frío, que nunca debe romperse". Es decir, un alimento no puede descongelarse y congelarse otra vez, pues se corre el riesgo de que las bacterias que contiene despierten, o que coja otras del entorno. "Eso sin contar la cantidad de nutrientes que se pierden en la descongelación", añade Hernández. Los expertos en conservación de alimentos insisten en que lo más importante es no romper la cadena del frío. Desde que se compra un producto congelado, hasta que se consume, nunca debe sobrepasar esos fatídicos 4°. Pero si a menor temperatura las bacterias se congelan (que no es lo mismo que decir que se mueren), a partir de los 37°, según sube la temperatura, los gérmenes mueren. "De ahí la importancia que tiene huir del "póngala templadíta" que suele escucharse en los bares, cuando se toma una tapa", explica Hernández. "Una tapa ha de calentarse, cuando menos, hasta el punto de cocción". Los alimentos no deben guardarse calientes en el frigorífico; pueden romper la cadena del frío de los que estén a su lado.

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