El oído que da con la tecla
José María Leonés destrozó un piano cuando apenas rondaba los diez años. No fue una chiquillada accidental, como la del niño que rompe el jarrón chino con la pelota. Lo suyo fue un trabajo a conciencia. Afinó, una por una, las 240 cuerdas de acero del instrumento, pero con una tensión de una quinta superior a la normal. Los delicados componentes del piano de cola no soportaron el exceso de dos toneladas de presión que supuso su equivocación y, literalmente, saltaron por los aires. "Afinar un piano no es más que retorcer y tensar cuerdas metálicas", asegura este granadino de 42 años. Pero él sabe que apenas un centenar de personas en España son capaces de desempeñar esta profesión. Una labor que requiere amplios conocimientos musicales, un padre que te permita romper algún que otro piano practicando y, sobre todo, un oído muy entrenado. Los pabellones auditivos son la herramienta de trabajo de un afinador. Y Leonés los mima como si fueran sus hijos gemelos. Nada de discotecas, cuidado con que no entre agua durante la ducha y terror a los constipados. "Cuando me resfrío pierdo mucha sensibilidad y no puedo trabajar", asegura. Leonés comenzó a educar su oído desde niño y su capacidad auditiva dobla la del resto de mortales. Un ejemplo: escucha perfectamente los silbatos para perros. "Producen un zumbido, una especie de vibración muy desagradable", aclara. El sonido producido por el escape libre de un ciclomotor es para él lo más parecido a las fanfarrias del Juicio Final. Más que por vocación, Leonés desempeña su trabajo por tradición. Su abuelo fue un reputado luthier y su padre afinador en los dos establecimientos de venta de pianos que la familia posee en Granada. Él comenzó estudiando música y solfeo y tocando el saxofón y el piano. A los dieciséis viajó a varias fábricas de pianos de Barcelona y Alemania, donde se instruyó en la construcción de los instrumentos de mayor calidad. Cinco años antes se había matriculado en los cursos Manuel de Falla del Festival Internacional de Música y Danza de Granada. Allí conoció a una de las personas más influyentes en su carrera, el japonés Ko Sagawa. "Me atrajo mucho su forma de vida. Viajaba por todo el mundo, trabajaba con los grandes concertistas y en su pequeño maletín llevaba las herramientas necesarias para ganar mucho dinero", rememora. Ko Sagawa era entonces el afinador oficial de los pianos del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, una función que hoy desempeña Leonés. "Aquel año", recuerda con emoción, "tocó en la Alhambra el virtuoso Arthur Rubinstein y el maestro japonés me concedió el lujo de afinar una cuerda para su concierto". Leonés sufre en cada interpretación, esperando que el instrumento suene bien. Detrás quedan muchas horas de paciencia, atención y trabajo en silencio. Afinar un piano para un concierto del Festival de Granada puede llevarle hasta tres meses. "Los cambios bruscos de temperatura alteran el sonido porque las cuerdas se contraen y dilatan. De nada sirve afinarlas a las cuatro de la tarde, con cuarenta grados a la sombra, si la actuación es a las diez de la noche, con veinte grados menos", explica. Además, cada piano es diferente. No es lo mismo afinar uno de pared, que uno de cola o gran cola. "Por eso los afinadores electrónicos no sirven para mucho", asegura Leonés, que sólo usa una llave, un diapasón y cuñas de fieltro como herramientas. Aunque, a veces, para ajustar un instrumento no necesita ni tan siquiera sacar sus herramientas de la maleta. "Muchos intérpretes que llevan toda la vida tocando el piano no saben ni cómo abrir la tapa y te llaman sólo para les saques un lápiz que se les ha caído dentro", señala. El suyo, asegura, es un oficio oscurantista y muy cerrado. "Nadie te quiere enseñar lo que sabe y prefiere llevarse los secretos a la tumba. Los conocimientos se transmiten de padres a hijos y si quieres aprender en una escuela tienes que irte a Inglaterra o a Alemania, porque en España no hay". Tampoco existe ningún título o aval que garantice la profesionalidad de un afinador. La Asociación española de técnicos y afinadores de pianos, de reciente creación, trata de establecer unos requisitos de experiencia que eviten el intrusismo en la profesión, "aunque aún están sin definir", explica Leonés. Quizá el mejor certificado sea contar con un piano destrozado en el currículo.
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