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Cien rumanos se asientan en Fuencarral pese a la resistencia institucional a realojarles

F. Javier Barroso

Un centenar de gitanos rumanos permanecían ayer a la intemperie en el campamento de San Roque (Fuencarral). Los inmigrantes, pese a que el plazo de realojamiento ya ha quedado cerrado, tenían la esperanza de que las autoridades decidiesen acogerles. Unos cuarenta de ellos aseguran pertenecer a un grupo que se marchó hace una semana a la costa para vender la revista La Farola, en la creencia de que el realojamiento empezaba hoy. La policía, entretanto, vigilaba el asentamiento (que las autoridades, finalizados los traslados, esperaban cerrar) e impedía la entrada de vehículos.

El campamento de San Roque se ha convertido en la nueva patata caliente de las instituciones. La semana pasada finalizó el traslado de los rumanos allí asentados (y que procedían de Malmea, de donde fueron expulsados por la policía) a dos nuevos campamentos especialmente creados para acogerles. Uno está ubicado en Vallecas (cañada de los Canteros) y otro en la carretera de Colmenar (Ciudad Escolar). Terminada esta mudanza, las autoridades municipales y regionales dieron por cerrada la crisis abierta por este colectivo y anunciaron el cierre del campamento provisional de San Roque, junto a la carretera de Burgos. Pero lejos de ello, un grupo de unos 60 rumanos que había llegado a Madrid con posterioridad a la expulsión de Malmea y que por tanto no habían sido censados para su realojamiento, se asentaron en San Roque e impidieron su cierre. Pedían ser acogidos.A este grupo se ha sumado a lo largo de este fin de semana otro contingente de al menos 40 inmigrantes que afirman pertenecer a una escisión de los censados (250 del total de 350) que hace una semana partieron a la costa a vender La Farola. Éstos afirman que se marcharon porque las asociaciones les dijeron que el realojamiento en los nuevos campamentos se llevaría a cabo hoy. Aprovecharon la semana para ir a la costa para ganarse la vida. "Si nos hubiésemos quedado aquí en Madrid, no habríamos ganado ni 500 pesetas al día. Con eso no se puede mantener a una familia con hijos. En Murcia, conseguíamos sacar unas 2.500 pesetas como mínimo", señaló un inmigrante.

A su vuelta se han encontrado que el poblado se ha quedado sin agua ni aseos ni tiendas de campaña. Ahora se ven obligados a pasar las noches a la intemperie sin ningún techo bajo el que guarecerse. "¿Es normal vivir como estamos ahora, que no tenemos nada para poder ir al servicio o agua para poder lavarnos? Nos fuimos para conseguir dinero y nos hemos quedado sin nada", explicaba un rumano.

Pérdida de derechos

Los recién llegados se enfrentan además con un problema. Al haber dejado los campamentos durante más de tres días, han perdido, en principio, la opción de ser realojados. Una de las condiciones para entrar en el programa de apoyo social consistía en permanecer en San Roque hasta ir a su nuevo destino. La mayoría de los que se marcharon de Madrid han estado fuera del poblado una semana.El concejal de Servicios Sociales en funciones, Simón Viñals, manifestó el martes que, con su partida, demostraban "que renunciaban al realojamiento". "Esperamos no tener ningún problema porque estamos en la lista de personas que vivían en Malmea. Sólo nos hemos ido para poder vivir", comentó ayer una inmigrante.

Los inmigrantes se quejaron ayer de que ningún responsable de las ONG que les atendía se había pasado por San Roque para informarles de sus nuevos destinos. A ello se une además que hoy es fiesta en la región y que hasta mañana no esperan a ningún asistente social. "Hay muchos niños [unos 30] y en esta situación pueden coger cualquier enfermedad. Necesitamos ayuda lo antes posible", explicaba ayer otra mujer de San Roque.

Mientras, el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, del PP, se limitó a decir ayer, en declaraciones a la cadena SER, que los rumanos "estaban de vacaciones", cuando se le preguntó por la situación de este colectivo.

La resistencia de las instituciones a acoger más rumanos quedó plasmada el viernes, cuando agentes de la Policía Municipal expulsaron a los 65 inmigrantes que habían acampado, entre las protestas del vecindario, en el parque de Caramuel (distrito de Latina). Los agentes les despertaron alrededor de las seis de la mañana y les obligaron a dejar el lugar. Los inmigrantes se dispersaron por la ciudad.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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