Ráfagas de torería
Algunos fueron a la plaza para ver qué podían dar de sí los toros de María Luisa Domínguez, que en las corridas de la plaza de Sevilla suelen levantar bandera de bravura. Otros acudieron para comprobar si Pepín Jiménez iba a volver por sus fueros toreros. Los primeros salieron defraudados, porque los pedrajas de María Luisa no valieron un pimiento. Y los que entraron a saborear el toreo de Pepín, salieron satisfechos con las ráfagas de torería que el espada de Lorca soltó en el segundo de la tarde.Tuvo Pepín en este turno un toro con el que no se decidió a estirarse en el saludo con el capote, porque el morlaco lo tomó con sosería. Frente al caballo, recibió el animal una vara al relance, de la que salió suelto. En la segunda, el picador le atizó estopa. Quedó el toro muy castigado y pasó a banderillas parándose en los embroques. Sólo la habilidad de El Formidable consiguió que la res saliera con los garapullos prendidos.
Domínguez / Jiménez, Encabo, Ortega
Toros de María Luis Domínguez (uno rechazado en el reconocimiento, otro devuelto por inválido), de aceptable presencia, flojos, de escaso juego. 3º, inválido. 4º, sobrero de Hermanos Astolfi, de discreta presencia, inválido. 6º, de Juan José González, con trapío, descastado e inválido. Pepín Jiménez: bajonazo (ovación y salida al tercio); estocada desprendida (silencio). Luis Miguel Encabo: pinchazo, media delantera y tres descabellos (silencio); dos pinchazos y media estocada (algunas palmas). Chamón Ortega, que confirmó alternativa, pinchazo, descabello -aviso con retraso- y dos descabellos (algunas palmas); pinchazo, estocada corta desprendida y tres descabellos. Le perdonaron un aviso. (Aplausos y saludos).Plaza de Las Ventas, 15 de agosto. Cerca de media entrada.
Pepín inició su faena con unos pases de tanteo, a media altura. No se confió en los primeros momentos, y hasta sufrió un desarme al quedar descubierto por el viento. Se paraba el toro y no humillaba. Daba la impresión de que el diestro no veía aquello nada claro. Y, de repente, el chispazo. Se animó Pepín, le bajó la mano y surgieron dos espléndidas tandas con la mano izquierda, la segunda compuesta por tres naturales muy ligados, llenos de temple y torería, abrochados con el pase de pecho. Fueron unas ráfagas de ese toreo eterno que gusta a todo el mundo. Gracias, Pepín. Y te perdonamos el bajonazo.
El cuarto era un tullido y el presidente lo mandó retirar. Salió un sobrero de Astolfi, inválido total y Pepín Jiménez anduvo esta vez más pendiente de sortear los problemas que planteaba la invalidez que de torear. Claudicaba y claudicaba el burel y Pepín no pudo hacer nada.
Encabo intentó la larga a porta gayola en sus dos toros. Y sólo lo consiguió con limpieza en el quinto. Lo banderilleó con ventajillas y, como Pepín, tampoco lo pudo torear, porque el toro se acabó por falta de fuerzas. Otro pedraja que defraudó. El tercero era un inválido y sólo pudo hacerle un simulacro de faena. De todos modos, aunque no pudo redondear sus trasteos, siempre se apreció lo que se ve siempre en este torero: que sabe estar y le funciona la cabeza.
Chamón Ortega se comportó como un esforzado y animoso novillero. Dio series cortas al de su confirmación, porque se quedaba a la mitad del viaje, tardeaba y escarbaba y estas circunstancias le impedían dar brillantez a su labor. Al toro se le podía sacar muy poco y el mérito de Chamón estuvo en que ese poco se lo sacó.
Muy valiente con el sexto, que le rompió la taleguilla de un pitonazo. El torero hizo caso omiso de las dificultades de su enemigo y trató de torearlo con mucha entrega y valor. Era el astado el más difícil del encierro y Ortega le plantó cara, se paró en todos los muletazos, a pesar de las amenazas y dificultades del toro y, si hubiera matado mejor, las aplausos que le tributaron hubieran sido más nutridos.
Babelia
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