El viaje del eclipse
Nace el eclipse en Devon y Cornualles y pasa luego a tierras de Francia, primogénita de la Iglesia, y aquí, el eclipse es un poco pagano, como a mala idea. Vuela después el eclipse a Roma, deteniéndose en la Ciudad Eterna, una deferencia: que el Santo Padre también quiere verlo desde Castelgandolfo (¡místico y cósmico, el mitrado!). El eclipse se marcha más tarde a Rumania, evita el meollo de los Balcanes (¡qué lío allí abajo!) y se demora también aquí el eclipse, carpático y draculino, en Bucarest. Resulta que el eclipse, normalmente, viaja a años luz, pero hoy va deteniéndose uno, dos minutos, el tiempo que dura un saludo: son los minutos luz, sus minutos noche. Todo un detalle. Vuela ya el eclipse sobre Turquía, Anatolia, Panfilia y Lidia (¡geografía antigua!), y sigue planeando después, más sereno, sobre tierras del islam. Y encuentra aquí a los habitantes, menos histéricos, sin tanto marketing (¡para que luego me vengan a hablar de fundamentalismos islámicos!), pues dice el Corán que el eclipse es una prueba de la existencia de Dios, y los fieles tienen que inclinarse. Rezan, pues, los mahometanos, encerrados en sus casas, mientras pasa el eclipse, prueba de Dios. Finalmente, el eclipse transita por la India y sigue el curso del Ganges ("gran canal fúnebre poblado de espíritus"), y, como él, se va a morir, o a ponerse, o a apagarse, en el golfo de Bengala. (Pero ¿"se pone" un eclipse, igual que "se pone" el Sol? ¿Qué resto es éste de geocentrismo? ¿No será más bien la Tierra la que "se pone"?). En fin: se pone ya el eclipse, o lo hace la Tierra. El eclipse, el eclipse, ya veis que el eclipse es el Ganges, el río-dios, que va a dar a la mar, que es el morir. Sutra, mantra del río. Nocturno indiano. Eclipse total del golfo de Bengala: el eclipse era el Ganges.-
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