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LOS CONFLICTOS DEL GIL

Frágiles voluntades

Jesús Gil ha prometido sueldos de medio millón y el 3% de los beneficios de las sociedades municipales a quienes ha tratado de convertir en tránsfugas

Donde el Grupo Independiente Liberal (GIL) gobierna con mayoría absoluta, las cuentas municipales suelen acabar en manos de la justicia; donde obtiene la mayoría simple surge el escándalo del transfuguismo. Las ex socialistas Malika Mohamed y Susana Bermúdez han dado a Jesús Gil y Gil el control de las fronteras calientes de Ceuta y Melilla. Socialistas y populares se han llevado las manos a la cabeza. Sin embargo, el cambio de voluntades no resulta desconocido para el alcalde de Marbella. Es lo que viene haciendo desde que irrumpió en política. Mediante alianzas con ediles del PP, del PSOE o de Izquierda Unida, que después han sido expulsados de sus partidos, Gil consiguió la presidencia de la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol y la gestión de las localidades malagueñas de Manilva y Casares. Políticos que han sufrido presiones en los municipios donde concurre el GIL cuentan sus experiencias.Jesús Gil y Gil puso sobre la mesa de su despacho del Club Financiero Inmobiliario de Marbella unos folios, escritos a máquina, con el membrete Protocolo de colaboración política. Le acompañaban sus hijos, Jesús y Miriam, y su abogado, José Luis Sierra, actualmente en libertad provisional, al igual que Gil, por presunta malversación de fondos públicos en el Ayuntamiento de Marbella. En el otro lado de la mesa, los concejales socialistas Diego Ledesma y Emilio López Berenguer escuchaban la propuesta del líder del GIL. "Los que están conmigo ganan como mínimo medio millón al mes, más el 3% de los beneficios de las sociedades municipales. Comprenderéis que tengo que asegurarme de que no me traicionaréis". Emilio López Berenguer, médico, cabeza de lista del PSOE en la localidad costera de Manilva, recuerda la oferta del alcalde de Marbella palabra por palabra, aunque hayan transcurrido cuatro años desde entonces. Acababa de resultar elegido concejal, y el GIL, empatado a cuatro escaños con Izquierda Unida, necesitaba los tres votos del PSOE. La oferta económica estaba clara. Gil se comprometía verbalmente a cumplirla. Los ediles tenían que rubricar un Protocolo que penaba su hipotético transfuguismo con una indemnización para el partido de 100 millones de pesetas.

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Ni él ni Diego Ledesma firmaron. Este último, que poco después pactó con el GIL y obtuvo una concejalía en Casares que le valió la expulsión del PSOE, asegura que no recuerda nada de aquella entrevista, aunque sí admite que la mayoría de los hombres del GIL firman el documento. Emilio López Berenguer lo comunicó a la dirección provincial de su partido. No valoraron el incidente. Como tampoco lo hicieron instancias superiores del PSOE a quienes Isabel García Marcos, portavoz socialista en el Ayuntamiento de Marbella, alertaba sobre el peculiar concepto de la democracia del presidente del Atlético de Madrid. Los dos confiesan que en el PSOE, al principio, nadie les creyó. Tal vez porque prácticas políticas como aquéllas había que vivirlas en carne propia.

El médico Emilio López Berenguer y los otros dos ediles socialistas de Manilva, Antonio de Haro, pescador, y María Lozano, dueña de un pequeño comercio, las vivieron desde el momento en que Jesús Gil les invitó a cenar "para hablar de política".

Los tres ediles llegaron puntuales a la cita en el restaurante Antonio, el preferido del alcalde en Puerto Banús. Decidieron esperar en la calle. A la media hora, un Rolls- Royce negro con cristales ahumados frenó ante la puerta; los escoltas que le precedían bajaron y le arroparon con los brazos extendidos. El chófer le ayudó a bajar. Jesús Gil, ataviado con una camisa de seda brillante azul turquesa, mergió entre los guardaespaldas. Pasaron a un reservado en el que aguardaban los cuatro ediles del GIL en Manilva y otros tres de Marbella. Al médico le sentarona la derecha del líder. Éste tardó poco en ir al grano.

-Serás alcalde con nuestro apoyo. Pero antes quiero comentarte alguna cosa. Por ejemplo, ¿tú cómo resolverías el problema de las putas?

-Pues... con programas de reinserción -balbuceó el médico, asombrado ante la pregunta.

-Tonterías. Tienes que hacer como aquí, en Marbella. Las detenemos, las subimos al furgón y, en lugar de tirar para la comisaría, tiran para la sierra. Y en la sierra pasan muchas cosas.

El pescador, el médico y la dueña de la tienda de Manilva asistían impávidos al monólogo de Gil. (El alcalde de Ojén, el socialista Francisco Vázquez, denunciaría tiempo después que era costumbre de la policía local de Marbella dejar a las prostitutas callejeras de Marbella en las minas de su pueblo; se quedaban con sus zapatos y tenían que regresar, andando, los nueve kilómetros hasta la costa).

-¿Y cómo acabarías tú con la venta de drogas?

-volvió a la carga el líder del GIL

-. Aquí, los puestos de trapicheo que había en el puente ardieron una noche. No queda ni uno. ¿Y quieres saber cómo tratar a los constructores?

La oratoria de Gil era imparable: "Llega un promotor y te dice que quiere construir. Muy bien. Atiende" (el alcalde cogió la servilleta, la extendió en alto y la dobló en dos). "Esta mitad es para el promotor; la otra mitad, para mí. Y de la mitad del promotor" (dobló en cuatro la servilleta), "la mitad, para él, y la otra mitad, para el Ayuntamiento. ¿Estamos, Emilio?".

En el viaje de regreso a Manilva, los tres concejales, que aseguran que jamás han asistido a una reunión política semejante, comentaron: "Con éstos, ni agua".

La cena con Gil ha quedado grabada en su memoria. Incluso con detalles que hasta entonces sólo habían visto en las películas: "Jesús Gil encargó un menú de pescado a la espalda", recuerda López Berenguer. "El aceite del guiso se deslizaba gotita tras gotita por su barbilla. Una de las concejales marbellíes se levantó desde un extremo de la mesa expresamente para limpiarle el mentón con gesto arrobado. La otra le sugirió: "Don Jesús, le cambio el plato, que parece que mi pescado está más jugosito".

Al día siguiente, el PSOE e Izquierda Unida sentaban las bases del pacto de gobierno en Manilva. Creían haber zanjado así un problema que, por el contrario, comenzaba en ese momento.

Al alcalde le llovieron las amenazas telefónicas anónimas, y una noche cubrieron con cubos de pintura la puerta de su vivienda. A su compañero Antonio de Haro, alguien le despertaba y colgaba sin mediar palabra. A los pocos días, un candidato de la lista del GIL en Manilva le citó en un bar. Compartieron mesa y copas, recuerda este edil socialista, durante un par de horas. "Eres tonto, Antonio, si no te vienes con nosotros. En tu partido no hay futuro. Tú nos votas, nosotros te damos 200.000 pesetas al mes, y ya está. Si no quieres venir al Ayuntamiento, te llevamos el cheque a casa. Y de las empresas municipales que crearemos, como en Marbella, te llevas el 3% ". De Haro no daba crédito. Negaba continuamente con la cabeza. Su interlocutor creyó que era un truco para elevar el caché y fue subiendo hasta las 500.000 más el 3%. "Entonces era un novato y no supe calibrar la gravedad del asunto. Ahora, que ya sé cómo funciona el GIL, iría directo al juzgado", comenta De Haro.

En el juzgado acabaron todos, aunque por motivos distintos. Durante todo el mandato de Emilio López Berenguer, el GIL no cesó de aunar voluntades para desbancarle de la alcaldía. Le presentaron una moción de censura a los pocos meses de ser investido alcalde. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) la invalidó por presentar una firma falsificada. Al año siguiente presentaron otra, paralizada al estar recurrida la anterior. El pasado 10 de mayo, el TSJA dio por fin vía libre a la segunda moción, que nombró alcalde al concejal de Izquierda Unida Francisco Parra Zotano, fontanero. Éste disfrutó de un mandato breve -32 días-, pero rentable. Parra, aliado del GIL en la Mancomunidad, percibió de este organismo y de Acosol 10.505.508 pesetas en dos años, según los certificados de pago de las dos entidades. Estos documentos se han incluido en la denuncia presentada por Emilio López Berenguer, el 22 de mayo de 1998, ante la fiscalía de Málaga por presunta "venta de voto al GIL". Los sobresueldos millonarios de los concejales gilistas, denunciados el pasado viernes en Estepona por el actual gobierno cuatripartito, implican al hijo del alcalde de Marbella, Jesús Gil Marín, en operaciones contables supuestamente irregulares. Gil Marín centra los rumores sobre supuesta compra de voluntades que desde hace semanas circulan en este Consistorio malagueño. Los recados han llegado casi siempre, afirman los supuestos afectados, a través de intermediarios. Cuando alguien directamente vinculado al GIL ha dado la cara, no se ha mencionado la palabra dinero.

El 17 de junio, a las 11.30, Antonio Mena Arce, padre del edil popular Ignacio Mena, atendió a un paciente que no estaba enfermo. A. O. V., conocido industrial amigo de la familia, se coló en la consulta.

-Estepona atraviesa un momento de desarrollo magnífico. Esto es un barbecho. Hemos sembrado y ha llegado la hora de la cosecha. ¿No te parece?

-¿Y qué tengo que ver?

-El alcalde quiere ver a tu hijo. Gil Marín le llamó ese mismo día, a las 20.15, para entrevistarse en su domicilio. Allí le comunicó: "Estoy pasando los momentos más amargos de mi vida". Después pidió su mediación para proponer la alcaldía a su hijo. Éste prefirió no engrosar la lista de tránsfugas y dio la callada por respuesta.

Manuel Sánchez Bracho, el candidato local del PP, dice haber recibido "docenas de llamadas diarias" en favor de la alianza con el GIL. "Algunas voces no las he reconocido, pero otras, perfectamente", asegura. Una resultó muy preocupante: "Detallaron todos mis movimientos el día anterior y después colgaron", dice. Sánchez Bracho asegura que han intentado comprarles: "Hablaron de 500 millones por apoyar la alcaldía de Gil Marín. No puedo demostrarlo. Si pudiera estaría ahora mismo en el juzgado. Pero sí reto a Gil a que demuestre que miento".

La presión, prosigue, llegó hasta el colegio en el que trabaja. En el recreo siempre había algún conocido esperándole. "Manuel, vengo aquí porque me lo han pedido. Yo cumplo y te transmito el recado, pero espero, por Dios, que no aceptes". En esos términos comenta Bracho que le abordaron tres supuestos intermediarios. Al alcalde, Antonio Caba (PSOE), también le amenazaron, primero, para que no acudiera a la investidura; después, para que se anduviera con cuidado con sus manifestaciones a la prensa. El viernes convocó una rueda de prensa. Esta semana, anunció, presentará la documentación de la era GIL en Estepona a la Fiscalía Anticorrupción.

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